TusTextos

Avanti Esperanza

EL COMIENZO
Juan Lomello, un joven de tan solo 16 años, ni se imaginaba lo que el destino le tenía preparado, el con su inocencia de adolescente no tenía en sus planes lo que iba a hacer con su vida. Hoy me atrevo a decir que hizo mucho y que su legado quedara escrito para siempre.
Una tarde se avecinaba una gran tormenta, lluvia y mucho viento, este día oscuro de tormenta reflejaba la realidad que le tocaba vivir día a día a Juan y a su Familia.
Juan vivía con sus padres y con su hermano y confidente Antonio. La condición económica de la familia se veía muy mal, ante esta situación, la preocupación de Antonio era cada vez mayor.
Como si esto fuera poco, las relaciones internacionales entre las potencias mundiales eran cada vez peores. La guerra Mundial era Inminente, y en Italia corrian grave peligro.
La situación de los Lomello era cada vez mas preocupante, su situación económica no era la mejor, y ahora, encima se aproximaba una Guerra que duraría muchos años.

DON TRULIO
El viejo Don Trulio era un amigo de los Lomello, en realidad no era amigo directo de José, sino que era amigo de su Padre, es decir, amigo del abuelo de Juan; pero ya se consideraba como de la familia.
Se puede decir que Don Trulio fue siempre un buen consejero, un viejo sabio, al que Juan comenzó a odiar a partir de ese día. Pero estoy seguro que le agradeció al Viejo Trulio toda su vida.
El viejo le aconsejo que enviara a los chicos a otro sitio, porque el lugar donde vivían se tornaba inseguro y podrían morir a causa de la guerra. Este día fue clave para Juan, a partir de aquí empezaría a escribir la historia, su propia historia.
Váyanse a América, dijo el viejo; este es el lugar más seguro que puede existir, además allí a la gente le va muy bien, has escuchado hablar de Argentina: el granero del mundo, yo tengo a unos Amigos allí hace 5 años que se encuentran en Argentina. Aprovechen esta oportunidad, Concluyo Trulio.

LA TAREA MAS DIFICIL
Era cuestión de vida o muerte, si permanecían allí podían morir. Los padres entonces, con mucho dolor, porque quizás no los verían mas, le comunica a Antonio y Juan que deben irse, “por un tiempo”. María con los ojos llenos de lágrimas agrega que es necesario que se vallan porque pueden morir por la guerra. Antonio, sin porqués acepta este pedido de los padres, sabía que era la única forma de salvarse. Juan, entendía que era necesario comenzar una vida nueva, en un continente casi desconocido, y en un país casi desierto.
Ambos sabían que esto era para salvarse, pero que quizás nunca más volverían a ver a sus padres.

LA PARTIDA
Hoy era el día, quizás el peor de sus vidas; eran las dos de la tarde, todo oscuro, un día igual al del comienzo de la historia, viento y lluvia. El buque Mafalda partía a las tres de la tarde. Antonio y Juan ya estaban listos, listos para enfrentar la realidad; nadie hablaba, Juan sentía escalofríos, Antonio demostraba nerviosismo, María rompió el silencio:
- Antonio: te encargo a Juan, ¡Cuídamelo mucho!
El estridente bocinazo del buque, aceleraba los latidos del corazón, Juan les dio muchos consejos, consejos para la vida, la nueva vida que emprendían; María se los encomendó a Dios, y empezó a rezar: padre nuestro, que estas en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino…, la oración de fe de María es interrumpida por el segundo bocinazo del Mafalda, todo indicaba que tenían que partir. María sigue rezando y toma a sus hijos, los abraza como si fuera el último día de sus vidas, al oído les dice: “esperanza hijos, fuerza, que ya nos vamos a volver a ver, no pierdan nunca las esperanzas, siempre en algún lugar del mundo estaremos para ayudarlos: sean felices”.
Esas fueron las últimas palabras que se oyeron
Ese día, después todo fue llanto, desolación, angustia.
El barco comenzaba a moverse y se hacía cada vez más certera la afirmación de que no volverían a ver nunca más a sus padres, pero también estaban seguros de que la guerra no los impediría seguir viviendo.

EL VIAJE
El viaje duro veintinueve días, veintinueve días que fueron una eternidad. Durante todo ese tiempo arriba del barco pasaron muchas cosas. El sentimiento de los pasajeros era compartido, el dolor y la angustia de haber dejado su amada tierra y la intriga de que pasaría y como seria vivir en el nuevo continente.
El que no la paso tan mal durante el viaje fue Juan, quien conoció a una pequeña y admirable jovencita; era el día 7 estaba en la popa del buque leyendo su novela favorita, y se acerca una pequeña señorita de cabellos rizados y ojos verdes y pregunta con una voz muy suave:
- ¿Puedo sentarme aquí?
En ese momento Juan queda paralizado ante tanta belleza, nunca en su vida había visto a una señorita tan apuesta, sin pensarlo dos veces Juan contesta:
- Si, por supuesto, siéntese. ¿Mi nombre es Juan y el suyo?
Pregunto intrigado.
-¡Catalina! Me llamo Catalina.

CATALINA
Catalina era una pequeña joven Italiana, tenía tan solo 15 años. Su madre había muerto y su padre había sido designado para luchar en la guerra, estaba completamente sola.
Su futuro estaba librado al azar, al igual que el de Juan y Antonio.
Estuvieron toda la tarde juntos, cada uno conto sus dolores para poder desahogarse, pero también compartieron sus sueños. Luego de casi 5 horas de charla, llega el silencio, un silencio estremecedor que Catalina rompe con llanto. Ella entre tantas cosas le confesó que estaba completamente sola, que su tía la había subido al barco que la llevaría a la salvación, pero que también haría que perdiera todo, su casa, sus amigos y la poca familia que le quedaba.
Juan y Catalina eran dos gotas de agua, cargaban con el mismo peso e iban en busca del mismo sueño: la felicidad.
Hacían solo horas que se conocían y parecían amigos de toda la vida, ese mismo día, el día que se conocieron y que se confesaron todo, hicieron una promesa, una promesa de amor, prometieron no separarse jamás pase lo que pase.
En ese mismo instante un trueno y continuamente la lluvia, pone fin a esa interesantísima e inolvidable conversación.

PUERTO ARGENTINO
La llegada al Puerto Argentino fue caótica, los más de mil pasajeros que traía a bordo el Mafalda, desbordaban por conseguir su lugar en las filas, filas interminables, cuya meta era llegar a Inmigraciones, allí tomaban todos los datos y le brindaban información a los inmigrantes Italianos.
La gran mayoría se radico en la Ciudad de Buenos Aires, Antonio, Juan y por supuesto catalina que ya era de la familia ya tenían su destino fijado.
Luego de pasar varios días en Inmigraciones del Puerto de Buenos Aires, recomendados por Don Trulio viajaron al interior del país, a la provincia de córdoba, para instalarse en la Estancia de los Peiretti, allí trabajarían varios años.

LOS PEIRETTI
Los Peiretti estaban en Argentina hacía cinco años, allí en la provincia de córdoba se habían instalado, también huyendo de la guerra y del hambre. Don Trulio era muy Amigo de Santiago Peiretti el jefe de la familia, tanto Santiago como su familia recibieron a los Lomello con los brazos abiertos.
Juan y Antonio aprendieron muchísimo de Santiago, aprendieron a sembrar, a cosechar, a faenar, en una palabra aprendieron a amar la tierra, esa tierra que todavía era algo desconocida, pero que ya le estaba empezando a gustar.

LA VIDA EN EL CAMPO
Con el tiempo los Lomello se afianzaron a las tareas rurales, empezaron a conocer y entender el campo, empezaron a querer la tierra, esa tierra que les da el alimento y el sustento, esa tierra que les da un lugar en el mundo para comenzar de nuevo y vivir un poco mejor.
El día en el campo comenzaba muy temprano, con el canto del gallo, comenzaba el ordeñe, había que extraer la leche para poder vendérsela al lechero a primera hora. Las mujeres, y en esto incluyo a Catalina, también madrugaban, para acompañar a sus hombres con unos mates amargos y además debían hacer el pan.
El día en el campo no era nada fácil, se trabajaba de sol a sol, ni hablar los días de siembra o de cosecha, esos días si que se trabajaba duro.
Lo más reconfortante de todo era ver los frutos de la tarea realizada.

EL CASAMIENTO
Había llegado el momento de consolidar los lazos de amor entre Juan y Catalina, hacia ya cinco años de aquel día en que se conocieron en el Mafalda e hicieron el pacto de no separarse jamás. Con la aprobación de Antonio el hermano mayor se empieza a planificar la boda.
La fecha ya estaba fijada, solo quedaba esperar, esperar el día que alguna vez soñaron.
Llego el 6 de enero, el día tan esperado por ambos. En la estancia de los Peiretti todo era revuelo, que esto va acá y aquello va allá, se estaba preparando todo, hasta el último detalle.
Catalina ya estaba lista, radiante, sale de su cuarto; los hombres de la casa y por supuesto Juan, estaban deslumbrados ante tanta belleza.
Finalmente llego el Juez, con un poco de retraso, se sentía el nerviosismo y a la vez la gran emoción, porque ahora si afirmarían estar juntos hasta que la muerte los separe. Y hablando de muerte, que Dios lo tenga en la gloria, al Juez que los comenzó a casar, que murió en ese mismo instante de un sincope.
Este mal trago hizo que el casamiento, por supuesto, se suspendiera hasta que llegara un Juez en su reemplazo, esto sucedió dos días más tarde.

LA TRAGEDIA DE LOS PEIRETTI
Santiago y Ana Peiretti hacía tiempo que estaban buscando su primer hijo. Finalmente y después de varios años de intentarlo Ana quedo embarazada. Los Peiretti estaban inundados de felicidad y emoción, pero lo que nadie imaginaba era que tanta felicidad podía terminar en una tragedia.
Llega el día tan esperado por el matrimonio Peiretti, llega el día del parto, lo que no sabían era que a partir de ese momento les cambiaria la vida para siempre.
El parto se complico, era la vida de Ana o del niño que había llevado adentro nueve meses y que habían esperado tanto. La decisión más dura la tiene que tomar Santiago, las probabilidades de vida de Ana eran pocas. El decide salvar a la niña.
Santiago nunca se perdono esta decisión, el no pudo vivir sin Ana, y se termina suicidando unos meses después. El pequeño niño de tan solo tres meses queda a cargo de su tía.

EL FINAL
La estadía en la estancia de los Peiretti era insostenible después de la muerte del matrimonio y después de vivir tanta tragedia.
El campo queda en manos de la hermana de Ana, quien estaba a cargo del pequeño niño, único heredero, del matrimonio Peiretti.
Los hermanos Lomello deciden independizarse, invirtiendo sus ahorros en la compra de un campo al sudeste de la Provincia de Córdoba, al que bautizan como “ESTANCIA LA ESPERANZA” y a partir de este momento la historia de los hermanos da una vuelta de página.
La situación económica de Antonio y Juan mejoro considerablemente en los primeros años de trabajo en su propia finca.
Antonio decide viajar a Italia para enfrentar el pasado y encontrarse con sus padres; Juan por otra parte queda a cargo de la Estancia.
Pasaron los meses y Antonio no encontró a sus padres, como era de esperar ellos habían muerto en la Guerra, pero decide quedarse en Italia, donde se casa y tiene tres hijos.
Juan, en cambio, decide permanecer hasta el último día de su vida en “LA ESPERANZA”, junto a Catalina y sus siete hijos.
Creo junto a otros Inmigrantes visionarios de la Región una Cooperativa Agrícola y una Escuela Rural.


Estoy seguro que hombres como Juan hubo muchos, Hombres que dejaron todo, huyendo de la pobreza y las guerras, para forjar una Nación, como la nuestra, con errores y aciertos, dejando un legado imborrable en la historia y en la memoria de nuestro País, enseñándonos que los hechos sean buenos o malos suceden porque dios lo dispone en la vida de cada uno de nosotros. Él siempre quiere darnos lo mejor y lo que en un principio nos parece bueno o malo, puede ser todo lo contrario al final de nuestra historia. Lo mejor es esperar siempre el día de mañana, pero sobre todo confiar en dios y tener esperanza porque todo en nuestra vida sucede con un propósito.




Visita la web del Autor
www.gonzalobruno.blogspot.com




Gonzalo30 de junio de 2010

Más de Gonzalo

Chat