Hundirse en la melancolía hasta que duela.
Recorrer parajes que revuelvan el alma y anuden el estómago.
Montar a lomos del recuerdo y la felicidad suprema, plana, etérea.
Alisar la rugosa conciencia y navegar, llorar, morirse de miedo.
Escarbar en la grava hasta que sangren y se despellejen los nudillos.
Triturar la realidad, las convenciones, los modales, los horarios.
Ignorar consejos, deconstruir certezas, derogar enmiendas.
Reírse del tiempo, postergar la vejez, tutear a la muerte.
Atascar los resortes del tedio y devolver la agonía al olvido.
Postergar la amargura a mañana, u otro día ya, si acaso.
Malinterpretar señales, anudar vacíos, desarticular clichés.
Empatizar con las ratas, derribar edificios, transmutar certidumbres.
Incendiar fundamentos, malgastar herencias, anular compromisos.
Recordar a quien te olvida, reinventar los excesos, proteger lo perdido.
Extirpar la envidia enquistada y mutilar sin miedo su influjo (hágase en caliente)