"No puedo dejar de pensar en los paraguas."
Algo tan simple, un paraguas que separa nuestro cuerpo y lo protege de la incesante caída de las gotas de lluvia.
Son las siete de la mañana, llueve en Rosario. Probablemente en muchos lugares está lloviendo y alguien observa como yo, lo que sucede.
Todos comienzan a desesperarse, corren a refugiarse debajo de techos y toldos, para no tener que arruinar su vestimenta, su maquillaje listo para empezar la jornada. Oigo algunos insultos, que persisten en el aire. Repentinamente; un paraguas, otro más, un tercero. Y minutos luego, la ciudad poblada de diferentes colores, de ridículos modelos floridos e infantiles, colores llamativos y apagados.
El viento sopla cada vez más fuerte, y yo sentada en la vereda de mi departamento. Me estoy mojando y sinceramente no me importa. Es un espectáculo que no puedo perderme.
No puedo dejar de pensar en los paraguas. Me generan un no se que. Subo a la terraza y veo múltiples techos coloridos que se mueven por la ciudad. Y si, la lluvia sigue cayendo.
La gente absorta en sus propios asuntos, apurada camina. Y yo, me mojo y disfruto del paisaje.
Irina.
17 de marzo de 2012.