TusTextos

Guardemos Silencio

Guardemos silencio. No despertemos a la dueña de esta casa, ahí la tenemos, dormida con ese aire infantil dibujado en el rostro. Parece que no existen los problemas, ni las preocupaciones, ni la enfermedad, ni la lágrima; parece que solo hay quietud en su espíritu, a juzgar por la leve sonrisa que adorna sus dulces sueños. No hagamos ruido, dejémosla disfrutar de esta pieza maestra del arte inconsciente, que ya habrá tiempo de abrir los ojos y despertar a los días de ásperas desgracias. O tal vez no, tal vez esta noche sea la última, y la existencia llegue a su fin, amparada en la calidez de las sábanas, la textura de la almohada mullida, el candor de unos sueños guardados hasta por quien asiste a velarlos, como nosotros, testigos silentes de esta hipotética última noche.

Aquí viene la razón del final, la causa de la probabilidad que transforma el sueño profundo en eterno sueño, el fin decadente de quien se cree a salvo, protegido por el poderoso escudo de la fina sábana. Es un hombre el que entra en el cuarto, ahora lo vemos, que nuestros ojos ya se han acostumbrado a la oscuridad de la noche. Allá avanza, alrededor de la cama, escrutando cada milímetro del edredón que envuelve a la mujer, ignorante de su visita nocturna, feliz en ese sueño que, tal vez, la retrotraiga a la infancia, para permitirle ser una niña hasta el fin de sus noches.

No nos asustemos, de nada serviría. Nuestra misión, aquí, es la de asistir al bello espectáculo de la vida; de la vida que se trunca en muerte por el capricho de un loco, de un demente que ha decidido terminar con los sueños de esta moderna bella durmiente. Somos el público mudo de un asesinato que, en breve, tendrá lugar aquí mismo, donde, momentos antes, ya lo vivimos, solo reinaba el silencio y la paz del descanso.

Por eso brilla la noche, porque han venido las pálidas luces a reflejarse en la hoja del cuchillo afilado que este hombre, una vez certificada la propia seguridad, muestra ya sin ningún pudor. Es un romántico, no le neguemos ese privilegio. Pudiendo elegir el estrangulamiento, la asfixia, o cualquier otro medio menos exagerado, se nos decanta, finalmente, por el apuñalamiento. Así sea, entonces, no ejerzamos de críticos de asesinato, y limitémonos a ver cómo son cortados, de raíz, los sueños femeninos que reposan en esa almohada.

Podríamos hacernos notar, y despertar a esta mujer, ¡pobrecilla!, que se ponga a salvo, que se defienda, que tenga una oportunidad, al menos, de seguir arrancándole segundos a la vida, pero estaríamos siendo injustos con esos otros hechos a los que asistimos, al leerlos en libros y relatos, impávidos y lejanos, incapaces de trastocar los planes de ese loco demiurgo al que llamamos narrador. No. No intervendremos. O todos o ninguno.

La esperanza es lo único que se pierde. Pensemos, entonces, que este hombre aún tiene tiempo de reaccionar, salir de la vivienda, arrojar lejos el cuchillo, que no le sirva de nueva tentación, y olvidar para siempre su mal propósito. Aún puede echarse al suelo, sollozando arrepentido, y pedir disculpas por aquello que no llegó a cometer, como un niño que se asusta ante sus malos pensamientos. Pero no, este hombre no parece dispuesto a retroceder, ya empuña el cuchillo, ya lo alza sobre el bulto plácido que ignora, como nos pasa a todos, cuál será su destino al segundo siguiente.

Solo un milagro puede salvar a esta mujer. Guardemos silencio.

Lo que ocurre a continuación es el fin.
Javert30 de septiembre de 2013

1 Comentarios

  • Sinchan

    Lo mejor de escribir es que se puede decidir lo que ha de suceder. Muy interesante tu relato visto desde esta perspectiva.

    Un beso
    Lis

    30/09/13 07:09

Más de Javert

Chat