¿Qué será lo que le ponía su madre? Fuera lo que fuese, aquellos bocadillos debían de estar riquísimos. ¿Serían de chocolate, de mermelada de fresa, de miel tal vez? Seguro que de algo dulce, pero, por más vueltas que le daba, no era capaz de resolver aquel misterio que me quitaba el sueño cada noche.
Ellos lo sabían todo, sin embargo, nunca me atreví a preguntarles. Probablemente porque, después de cometer cada robo, echaban a correr como diablos, mientras yo me quedaba muy quieto, paralizado, escuchando, como siempre, un gemido casi inaudible al otro lado del muro.
