Dedicado con todo mi cariño a los poderosos que gobiernan y a los políticos que les sirven, a una maldad que ni se nombra.
Huyen las sombras
buscando cobijo
de la maldad
que ni se nombra.
Roen y roen
el mismo hueso
descarnado
hienas y buitres
en un exceso,
desafiantes
e infatuados.
Carroña para ellos,
vísceras de Prometeo
una y otra vez comidas.
Ponzoña sus dientes
destilan,
disputan insaciables
los restos.
No hay luz,
no hay sombras,
solo una maldad,
vestida de etiqueta,
que ni se nombra.