Deja que lea tu mano,
esa que dulce acaricia,
esa que duro trabaja,
esa que ase mi vida.
Deja que pase mi dedo
sobre sus grietas y heridas.
Que me hable de tus sendas,
de tus anhelos, de tus simas.
Permite que suba a sus montes,
de endurecidas cimas,
que discurra por sus valles,
por el roto río de la vida.
Deja que lea en ella
de tus penas y tus risas,
de las unas, hubo muchas,
de las otras... alguna sonrisa.
Deja que tome tu mano,
no quiero seguir leyendo,
solo acunarla en las mías.