Todo estaba quieto, silencioso. Los reflejos del nuevo amanecer se filtraban por la ventana. Las sábanas rebueltas y la cama vacía. La noche presumia haber sido muy larga. La ropa, tirada por el suelo, volvería a ser el pijama de hoy. El café estaba listo. El periódico, en la mesa. La rádio, encendida. Las tostadas, quemadas. El perro ladraba queriendo así que alguien le prestara atención. Pasado el tiempo, el sol más fuerte que nunca, anunciaba lo tarde que era. El sonido del agua de la ducha parecía una ola tras otra que llegaba a la orilla, creando así un tranquilo y agradable ambiente de relajación. Tu, con prisas. Tus carpetas, ordenadas. Tus llaves del coche, en la mesa. Tu móbil, sonando. Tu sonrisa, distante. En el transcurso de la mañana lo único que pasó, el tiempo. Yo, sin prisa alguna. Mis móbil, apagado. Mi coche, en el garage. Mi ordenador, muerto. Mi sonrisa, ausente.