Bitácora del capitán Puchenketovich:
Llevo mucho tiempo esperando. No he podido mantener la cuenta exacta del tiempo, pero calculo que han pasado más de tres meses. Hace frío. He tenido largos días de lluvia y fuertes vientos. Estoy comenzando a desesperarme. El celular se me quedó sin batería el primer día, y mis intentos de comunicarme cesaron con esa energía de litio. De todas maneras, no tenía señal.
No he querido moverme de mi posición. Temo que si me voy puede no encontrarme, así que no he explorado el entorno. No se si hay vida por aquí cerca. Por las noches escucho ruidos, me siento observado. Me cuesta mucho trabajo dormir. No me siento seguro. Conseguí una rama bien fuerte. La afilé, por si necesitaba defenderme. Espero que no sea necesario. Ni siquiera he visto vida animal.
Me estoy quedando sin provisiones. Hace dos semanas que estoy racionando lo poco que me queda. Por las noches me alimento de insectos y de raíces, para no tocar la comida que sé que es segura. Hace cuatro noches me quedé sin agua. Me ha resultado difícil juntar agua de la lluvia, por el fuerte viento que me tira la botellita de plástico que dejo parada en el piso. Maldito viento. Tengo cuatro cigarrillos. Cuatro. Sé que voy a enloquecer cuando me quede sin tabaco. En el suelo hay varios filtros, que tal vez pueda reciclar cuando se terminen, pero no es lo mismo. Estoy desesperado. Sé que mi muerte puede llegar tarde o temprano. En mi mochila quedan dos caramelos, que los guardo celosamente por si llega el momento. Quiero morir con el aliento fresco.
Unos días atrás me quedé dormido por un instante. Me desperté por un ruido, pensé que venía así que me levanté exaltado. Pero mi emoción se vió opacada. Era sólo un camión. Un camión grande. Sigo esperando, sé que va a venir, en algún momento tiene que venir. Espero que aún no me hayan hechado del trabajo. Mi familia debe estar preocupada. Se me pasó el cumpleaños de mi hermano. Tengo un teléfono público a 20 metros, pero si me voy se me va a pasar. Estoy seguro.
Espero que llegue, antes de que se me acaben los puchos.
Maldigo el día que decídi esperar el 82. Me hubiera tomado el 90 y ya hubiera llegado. Lo maldigo. Voy a encender un cigarrillo. Me van a quedar tres. Tres.
Puta madre.
Extraordinario relato que te lleva de una imaginaria y terrible regiòn inexplorada a una no menos terrible parada de autobùs. Me gustò mucho.