Todo parece salido de un sueño, de alguna obra
renacentista o quizás pensándolo conscientemente sea el efecto producido
por los analgésicos, que lentamente fluyen a través de mi cuerpo
maltrecho.
En mi mente flota la incesante ingenuidad que
tenemos sobre el mundo que nos rodea, y por otra parte me destroza
fieramente el sentimiento de temor al enfrentar lo desconocido, que
ciertamente solo es producto de la necesidad de aferrarse a algo real,
casi como la vida misma. ¿Acaso eso puede darnos una sensación de
autenticidad? A mi parecer no es demasiado pedir un poco de sutileza al
aceptar la verdad por muy amarga e imparcial que esta sea, solo basta
que ella decida llegar oportunamente como princesa imaginaria que desea
abandonar la velada antes de las 12 pm.
Pero no, esto no es
ningún cuento de hadas, mucho menos una historia ficticia de Edgar Allan
Poe, se podría decir que es la metáfora de una vida embriagante de
placer, lujuria y soledad. Pero también refleja la naturaleza del ser
humano por comprender lo preponderante del valor de la esperanza, pero
sobretodo la urgencia de aceptarse a si mismo ¿ya que no es eso lo que
todos anhelamos? Solo una pizca de autocompasión, que las personas de
nuestro alrededor nos reconozcan, no por los hechos establecidos en
nuestra vida, si no por el legado que dejen nuestras acciones a futuras
generaciones.
Dejando la melancolía y filosofía atrás. Ya que
estas no son muy influyentes en la perspectiva de la vida cotidiana.
Comenzaremos nuestro viaje de recuerdos fulgurantes que nos deslumbran
ante lo esencial de nuestra verdadera búsqueda.