Calla la hora,
aquieto ese allá de vientos y nafragios,
el espíritu vuelve del caos.
Hablo por mi boca sin palabras,
me otorgo compañía,
dejo de darme la espalda.
Renazco.
No siento miedo,
algo nuevo respira en mi pecho.
El cielo,
sin fondo de tristeza,
corona mis sienes.