Los primeros animales que sintieron vértigo fueron los dioses al observar desde lo más alto el mundo de decadencia que habían creado. La vergüenza los llevó a esconderse para siempre en las profundidades de la tierra, más abajo que el infierno. Se arrepentían de su obra y deseaban poder volver atrás para no haber cometido aquel error.
Todo empezó cuando se cansaron de su existencia monótona, en la cual la masturbación compulsiva era la única actividad a la que dedicar eternidades solitarias. Para intentar acabar con la monotonía decidieron que quizás podría ser divertido dar vida propia a su esperma, esparciéndolo por algún planeta desierto.