Hace mucho tiempo ya,
cuando el rock era un poema,
y la gente no creía en mentiras.
El nuestro era el mejor sistema.
No sufríamos ningún dilema.
La vida era más sencilla,
cada rencilla se solucionaba.
Los que queríamos seguir,
seguíamos; otros pasaban.
Aún hoy el mundo gira,
pero no importa nada más,
que el saber que mi Hégira
está a punto de empezar.
Alcanzaré el camino de oro,
cuando de todas las estrellas
la menos republicana
llegue a su ocaso en Bengala.
Huiré del matadero de toros,
sacaré brillo a mi katana.
Concluiré tu gran querella
y partiré hacia mi Valhalla.
Seré el lobo de cualquier cuento,
pero con la historia cambiada.
Jeroglíficos en el firmamento,
la penúltima cruzada.
Decibelios al nivel del vacío.
Polvorienta arena del estío.
Labios que saben a última misión
cuando intentas llegar
donde solía reposar mi corazón.
Lo vendí para solventar mi trabajo
siendo el peluquero de Sansón.
Me quedan mis luchas a destajo.
Brechas dignas de Goliat
que fracturan mi libertad;
acatando órdenes en Getsemaní,
eutanasiando mi bigote a lo Dalí.
Tataranieto primero de Caín.
Amar no es igual que querer.
Que escriban sobre mí:
del hombre que seré
Del idiota que fui.
Que elijan, después,
a cuál prefieren dejar vivir.
