A cuatrocientos metros de aquí
hay un bar, el Soldado,
y por cada vez que he estado,
me olvido de lo que sufrí.
Nada como matarse, al compás
de canciones, sin pena ni gloria
olvidadas;
dos horas atrás,
hago memoria
y no me acuerdo de nada.
Sagrada resaca
saliva cosaca,
tragos por fuerza mayor.
Copas como estacas,
de mal a peor,
palabras de amor.
Causa y solución,
teatro en la barra,
yo detrás del telón.
Problemas sin garantía,
no hay devolución,
tequila en la conspiración.
En el bar de marras,
increíble brujería,
fin de la negociación.
Golpes por cortesía,
entre quien lo narra,
y un proverbial matón.
Prefiero no seguir,
mi cuerpo sin fuerzas
ya habla por mí.
Prefiero no acabar igual,
mi cabeza aún da vueltas,
y no vislumbro el final.
No vislumbro el final...
