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Nunca Supo Quién Fue

Otra vez aquellas cuchilladas. Sí, sabía muy bien que antes ya las había sufrido. Perpetuaba con placidez morbosa los movimientos rítmicos que primero rasgaban su piel y luego profundizaban en sus entrañas. ¡Y cómo dolían! Sí, se recreaba en ese dolor sordo de cuando penetra el objeto punzante, pero no podía hacer lo mismo con el de salida. ¡No! ¡Ese, otra vez, no! No hay palabras en el mundo que puedan describir esa sensación en que no se sabe si es la herida profunda que deja tras de sí, o ese vacío repleto de sufrimiento… Y la certeza de que con cada una de ellas se le escapaba la vida y se le sigue escapando. Ya no le asusta la sangre. Con el tiempo, ahora, tampoco le duelen. Son fantasmas del pasado que regresan de vez en cuando, no son peligrosos pero le fastidian el sueño.
Se levantó con unos cercos amoratados que le cubrían gran parte de la cara, (mala noche, sin duda). Tenía la urgencia de ir al lavabo, pero a medida que se acercaba a la puerta más ralentizaba sus pasos. Era cuestión de no pensar, de no mirar, de hacer sus necesidades y salir, pero ¿sería capaz?
Enseguida se dio cuenta de que no.
Frente a él, ese rostro áspero, severo, de mirada penetrante y sonrisa torcida.
Francisco, tenía su cara entre los hombros, su barbilla pegada al pecho, un andar pesado (y eso que a sus 40 largos no sobrepasaba los 70 en un cuerpo de 1,80). Los ojos amoratados estaban ahora completamente hundidos, como su voluntad.
-Levanta esa cara –una voz imperiosa le taladró la cabeza-.
Francisco obedeció con la firme intención de plantar cara de una vez por todas. Pero esta vez tampoco era su oportunidad. La contundencia de esos ojos que lo desnudaban lo aplacó en un segundo. ¡No podía luchar!
-¿Qué piensas, qué destruyendo esto vas a librarte de mí? Eres un pobre inútil, un loco. Pero no me das lástima –la voz pasó de burla prepotente a un susurro incisivo-. E intenta no dártela a ti. Eres patético.
Esa burla, la última, la esperaba desde el principio. Había cambiado su táctica. ¿Qué pretendía, qué buscaba en él?
Hasta que no se enfrentará a él, no habría posibilidad alguna de salir adelante, y lo sabía… ¿pero cómo?
Apretó los puños y sintió arder su sangre en las manos. ¡No era suficiente! ¿De dónde sacar la energía? La carcajada fue imperiosa. Atronó sus sentidos.
-Esta sí que es buena, ¿te vas a atrever por fin? –una mueca equívoca se dibujó en esa asquerosa cara rajada de voz quebrada-. ¡No! Eres un cobarde. Lo llevas escrito con letras de neón en ese anodino rostro. ¡No eres capaz, no lo serás nunca!
Un estruendo de cristales se hizo eco por toda la casa. En un segundo, el silencio fue profundo, tanto que hería más que los puñales.
Duró poco afortunadamente.
Ringggg…Ringggg… Ringggg
Francisco corría pasillo adelante o eso creía. La verdad es que a pesar de lo cortito que era, apenas unos 7 metros, esté se alargó en el tiempo y espacio como si de un agujero negro se tratase.
-Diga –pronunció con voz apagada, incluso cansada.
….
-¡Ah! Eres tú. ¿Qué tal? –ahora sonaba relajada; incluso alegre.
….
-Déjate de bobadas y dime de una vez qué has decidido –acabó siendo tajante e inquisitiva. Hasta él mismo se dio cuenta del paralelismo y un sudor frío lo recorrió desde las manos antes normales y ahora sudorosas hasta la punta de los pelos que quedaron como erizados, pasando por la espalada que había recogido todas las posturas posibles desde contraída a relajada y otra vez ya no contraída si no enervada-. Lo siento, perdóname, he tenido una mala noche.
….
Se quedó con el teléfono en la mano a guisa de apéndice innecesario y superfluo pero inherente a su fisonomía.
-¿Lo ves? Todas te dicen que lo sienten, que no están preparadas, por no decirte que les das pena. Pero... ¿sabes una cosa? El amor no vive de la pena, y las mujeres tampoco... Ni yo. Despierta de una vez idiota.

No dijo nada. No pensó en nada. Se quedó así durante horas, con la mirada fija en el suelo mientras otra puñalada en silencio, siempre en silencio, le desgarraba otro girón de su existencia.
Al salir de su letargo pudo ver otra foto en el panel de sus fracasos y encima de la mesita, junto al teléfono, una hoja de su diario con una daga broncínea dibujada, salpicada de innumerables manchas rojas.
Lo vio, estaba seguro o… ¿se lo escuchó al operario de la ambulancia?
Marinera31 de mayo de 2013

2 Comentarios

  • Mejorana

    Mucho misterio aquí, Marinera. Mucha pasión, mucha fuerza.
    Y este leer sin respirar para descubrir qué está pasando.
    Supongo que este relata viene de otro anterior, me he quedado como si algo me faltara en este hilo narrativo.
    Debe de ser que hay que esperar a lo que sigue.
    Estoy segura. Pero eres muy buena con el suspense.
    Un abrazo, Marinera.

    27/02/14 09:02

  • Marinera

    Pues pienso que es el comienzo de algún texto, pero de momento se queda así, en las nubes, jeje
    Un beso grande Mejorana.
    Qué bueno estar por aquí de nuevo.

    01/03/14 09:03

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