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Búsqueda Inconsciente, Paulatino Desistencia

Sinceramente contemplado, solo soy un hombre. Como cualquiera me conozco y como nadie yo lo entiendo. Mi lugar. El prójimo es sublime. Yo soy bastante negligente. El supuesto de un alma me es insuficiente.

Mi turno recorre la madrugada. Disfruto del romance, el bosque, el frio, un cigarro y una radio que más bien suena descompuesta. Si, una abrumadora sensación baila detrás de mis orejas. Si, todas las noches pienso eternamente. Sin embargo, no estoy acostumbrado a un consumo novedoso, me incorporo pocas cosas, poco más que las mismas canciones de los mismos tipos muertos. Mis pensamientos son los mismos. Con esto permanezco vigente y refuerzo mi lugar. No soy especial, si un día me encuentro un libro soy culpable, no puedo utilizarlo, no lo necesito, solo soy un camionero.

Mi jefe sabe que no soy especial, lo mismo que me paga y lo menos que me trata. Un gordinflón arquetípico, casi siempre sentado y casi siempre fajado; de esos que enaltece su tiempo y relincha con los pies.

Fue en una madrugada particularmente fría y sin luna donde, a sabiendas de que faltaba suficiente para la siguiente estación pues me urgía un baño me frene, algo más bien inusual. Después de bajar y colocarme entre los troncos, en una oscuridad que por las luces del camión era poco más que siluetas y sombras. Decidí regresarle la mirada al bosque. Había terminado, pero la presencia del bosque resultaba convincente. Estaba pasando el tiempo. Mi mirada bailaba sin fondo, y tal que el sueño me decía, me decía de una sombra entre los árboles, siendo solapada por la luz, pero manteniendo su figura; era más bien un pensamiento, golpeo mis interiores, retorció mis intenciones de mirar; nuevamente en el camión, estaba muy desconcertado.

Con las ganas en el llanto. Buscando un sentimiento conducía. Gotas en el rio, pensamientos en esta carretera.

Me sentía distinto. Había sufrido un detonante. Y casi como sabiendo responder con las palabras adecuadas dialogue, que, cuando todo lo que existe es un paisaje y su respuesta, es en tantos sentidos una comodidad inaceptable. Dada una cantidad de experiencias, nombres y lugares; donde más bien estoy muy acostumbrado, un letargo de conciencia, mis hijos y mi esposa, este camión, el cielo y el bosque. Todo es un paisaje. La respuesta del paisaje a mi mirada, mis palabras; y es que, como podría cambiar, no soy la persona adecuada al impulso que me ofrecen. Si el impulso fuera suficiente y adecuado a lo que soy. Provocaría en mi la necesidad de mejorar o cambiar, pero, llevo 23 años conduciendo este camión y no ha ocurrido. Esa silueta ¿era yo? no fue un impulso explicito. Tal vez una consecuencia mayormente aleatoria de un proceso que ni siquiera puedo recobrar. Estas ideas ¿Qué son? ¿Qué es lo que llevo tanto tiempo murmurando? Todo este tiempo ¿Asustado de morir? Algo tan sencillo me sucede.

La ambigüedad de mi cuerpo estremecido traducía los restos de aquello que nunca atendí, pero tampoco abandoné. Las condiciones de mi vida. Suficientes como son. Siempre fueron implícitamente interrumpidas; nunca disfrute enteramente de los viajes, el amor o el alimento, no podría reconocer la plenitud, no me provoca sentido la idea de una virtud o dignidad, nunca me he sentido convencido de vivir enteramente entregado a las respuestas y reacciones, ala inevitable aprensión que conlleva mi participación. Cobro vida desde mis dimensiones y mi perspectiva, la comida sabe bien, mi cuerpo quiere complacerse. Pero muy desatendido y en el fondo se encuentra el enorme abismo que contiene aquello de nuestra condición. El inevitable fin, como muerte o como olvido, como uno antes que el otro, extrañamente no siempre en el mismo orden. Pero no me siento capaz de sobrellevarme en el terreno. Más bien me resulta central el completo abandono que he tenido de estas condiciones de mi vida tanto tiempo ¿Por qué despertó de repente? Estaba perdiendo consciencia, el camión frenaba lentamente. Los minutos terminaban, cada uno lo lograba.

No sé cuánto habría pasado, pero empezaba a recobrarme, seguía sentado, estremecido e inerte, y más importante aún, con el motor apagado y mi camino interrumpido. Pero en la brevedad anterior al giro de la llave apareció un gran golpe por el lado del copiloto, que fue acompañado poco después por unos quejidos rasposos entrecortados por una vieja y resonante respiración. Un rostro muy arrugado pero lleno de vida se asomó desde afuera y metió un poco su rostro por la ventana semiabierta. Sin terminar de regular su respiración me dijo que yo necesitaba un personaje y que él estaba dispuesto a serlo. Abrió la puerta y se subió. Yo seguía mayormente consternado, nada entraba en mi experiencia, rozaba la inconciencia. De repente volví en mi casi de inmediato al realizarme en la pregunta que buscaba responder si había dejado la puerta del copiloto sin seguro, también en el porqué de su buen olor a pesar de que el viejo tenía una apariencia que podía predecirse sucia y repugnante. Su ropa notaba un color opaco y viejo pero fundamental como distintivo de la prenda, tenía varias manchas en su ropa y parecía tener algunos segmentos desgastados o abandonados por la tela. Su barba como su cabello eran largos y gruesos, pero aparentaban suciedad y estaban repletos de fragmentos de algo así como tierra. Todo esto contrastaba con su olor, tenía un olor ausente de disgusto, como si toda su persona estuviera limpia, como si estuviera cubierto por una delicada capa de jabón, también lo acompañaba el aroma del bosque, la presencia de olor a pino, la cantidad perfecta; como si lo pudiera manipular puntualmente.

Pensaba llevarle a la siguiente estación, ya no importaba lo demás.

Fue en medio de la lateral oscuridad y el sin sentido de los troncos que, en pleno movimiento abrió la puerta y sin darme apenas tiempo de frenar se lanzó fuera del tráiler. Una vez frenado notaba los segundos, miraba por los retrovisores, pero después de la ligera iluminación roja de los frenos no se veía sino un vacío que podía conducir a un choque por proximidad. Estaba empezando a considerar el avanzar y considerar al viejo una alucinación producto del cansancio. Pero el viejo apareció, cerro la misma puerta que dejo abierta hace poco menos de un minuto y sin hacer caso al conjunto confundido y demostrado que era en el momento. Me mostro una moneda y muy contento vocifero en un grito medio agudo: ¡Un penny!

Quince minutos después estábamos prontos a pasar por una vieja estación abandonada. Yo la conocía por los relatos de mis compañeros; mencionaban algo así como un crimen terrible que nunca fue lo suficientemente publicado, que eso y otros problemas con la misma carga de morbo llevaron a la quiebra a la estación.

Y casi como si me hubiera acostumbrado lo entendí. Frene en la orilla de la estación, el viejo me dio el penny y se bajó.

Decidí seguir con mi trabajo. Nunca lo volví a ver, ni siquiera en mis recuerdos.

Note que llevaba con la radio apagada desde que deje al viejo. Al encenderla, de una manera casi apresurada un locutor empezó a mencionar a una familia que compartía mis apellidos seguido de mi dirección para después mencionar con una voz lenta y quebrada, pero sería que toda la familia a excepción del padre fueron encontrados sin vida y víctimas de un crimen completamente grotesco e inenarrable. Di un recorrido por mis pensamientos y sin sobre saltarme resolví frenarme en la próxima estación.

Diez minutos después el tráiler estaba recientemente estacionado, y después de visitar el baño brevemente me acerqué al mostrador y pedí un periódico. El periódico inmediato pronunciaba: “Una bola de personajes que se decían familia fueron brutalmente asesinados hace un rato, solo falta el padre”. Di otro recorrido por mis pensamientos y antes de logran cualquier resolución el empleado joven que me acababa de atender se aclaró un poco la garganta y vocifero para los dos: “Vaya tragedia miserable”. Sin que yo respondiera continuo: “Todo un elenco de problemas, nosotros la personas, infinitamente ignorantes y permanentemente vulnerables. Sin embargo, remitimos a lo malo. La pelusa, si, pelusa, soy alérgico. Y de entre todo resultado esta tragedia, es azul, muy azul, un azul precioso. Todo por perder, yo no lo pienso resolver, estoy trabajando como tú”.

Termine de recorrer mis pensamientos y me fui, no pague.

Saliendo un anciano me pide unas moneda. El penny no fue suficiente. Murió de frio en la estación.
Markbecerro07 de julio de 2021

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