Y la vida decidió darle a María una nueva pero no última oportunidad.
Y lo mejor es que María lo comprendió, sonrió y le guiñó un ojo al destino;
y pudo entender que algo grande le aguardaba; algo o alguien que creyera
en ella; que no se acobardara; que luchara por no perderla; por el desatinado
atino de su visceral instinto; por la locura escandalosa de su contagiosa risa;
por sus contadas virtudes y aquellos innumerables defectos que la distinguían,
que la diferenciaban de aquella masa informe que sólo sabía llevar bien los
tacones y guardar las apariencias: pura superficie, un futuro aburrimiento,
cenas en silencio, sexo rutinario, orgasmos fingidos, mentiras y la infelicidad o
nostalgia de no haber sabido apreciar la importancia del deseo desbordado,
el deseo irracional pero sentido, las noches que sin quererlo acaban de la formalidad
y la imperfecta perfección cuya fecha de caducidad te pillan una mañana de improviso.
Sublime ???...hay que vivir la vida sin tapujos ni complejos ...simplemente saborearla ..un abrazo