Arteramente despertó salvaje, despiadado. Un odio inmenso desbordándose por el corazón destilaba rencor por los poros de su piel. Su corazón latía ferozmente sonaba fuerte, urgente. Un sonido caótico, arrítmico. El sonido de la furia.
Llevó la mano derecha hacia el corazón y lo cubrió con su palma. Quiso evitar que el sonido se propagara alrededor de su habitación. Que no saliese de casa pero no pudo; este latía fuerte y furioso, lleno de rabia, de rencor, odio. Una llama salió disparada de lo más profundo de su corazón quemándole la mano la cual tuvo que retirar raudamente.
Su cuerpo quemaba, tenia fiebre, tenia escalofríos, angustia también. Todo su ser estaba concentrado en un solo sentimiento: el Odio. Odio con mayúsculas y este lo carcomía por dentro, lo dominaba.
Sentía rabia, desdén, menosprecio, furia, ira, rencor y quería acabar el mundo pegándole un tiro en la boca.
Todo estaba listo: la mesa, el trago, el revolver, la bala, su nombre. Asombrosamente se hallaba sereno y se manejaba parco. Parco en sus movimientos, parco en sus pensamientos. Era una inmensa bola de odio que se había convertido en fuego.
Cargó el revolver y se lo llevó a la boca, justo antes de apretar el gatillo se acordó de la botella de bourbón y quitándose el revolver de la boca y el dedo del gatillo se sirvió un buen trago de licor. Este ardió al entrar por su garganta y explotó en su cerebro como un frío baldazo de agua.
