Mira un objeto, mira tu mano, mira una roca... no separes tu vista, no dejes caer tu parpado, no dejes dispersa tu atención... escucha cada una de mis palabras, sonido por sonido, letra por letra. No ceses de mirar el objeto y pregúntate "si somos como un sueño, como el sueño de Dios, así como hoy soñe que caminaba, así como terminó el sueño así terminaremos cuando Dios despierte". Observa el objeto, observa su color, su forma, su textura, centímetro por centímetro, tono por tono, ángulo por ángulo. Entonces sin parpadear sin dudar de lo que ves (sea piedra, sea tele, sea mano, sea piso, sea mancha) duda que lo ves, pero no dejes de observar: "Porqué tenemos éste color, ésta forma, este tono "real"; por qué no somos caricaturas, por qué no tenemos forma de caricaturas, por qué no tenemos colores brillantes (no dejes de observar el objeto); no existo, por qué tenemos que hablar con voz, no existo, por qué lo que veo no es una caricatura, no existo, y cuando muera, no existo, seré eterno, no existo, y mi voz, no existo, y mi sentir, no existo, desaparece, no existo, desaparece, no existo... ¿por qué existo?"
Entonces, lector inexistente, burlado me he de tu ingenuidad... pues nada he dicho en estas palabras.
Sin embargo, si seguiste fiel a mi voz habrás experimentado un estado autoinducido de pánico. Habrás experimentado horror como nunca antes, miedo, pánico, inexistencia y tu respuesta casi inconciente será hablar, tocar algo, cantar incluso he llegado a hacer...
En este blasfémico estado autoinducido de pánico, encontré a mis dos mecanismos de defensa y la respuesta que no deseo escuchar. ¿Te atreves?
Por lo visto nadie se atrevi? a experimentar...