Obsevando desde la plenitud de un abrazo las líneas intermitentes que se cruzan entre las tinieblas de Galicia me acurruco entre sus brazos. El movimiento de mis párpados me dice que quizá ella solo cometió un error. Ser.
Y que los espectáculos de manchas de sangre y confeti colorido tan sólo eran el escaparate ante la lenta masacre de la vida. Sus gritos de ilusión al ver el nuevo pijama alertaron a los muertos y decidieron que no querían seguir durmiendo. Se amarraron a sus pies.
Y en eso se basa la historia de su vida, en el juego de los infrahumanos.
Rumores, historias, fijaciones y actuaciones. Luchas de genes dislocados que buscan la dulzura de la sangre.
Ahora que su rizo me galopa, empiezo a tener vértigo de su salvaje naturaleza. En este coche observando el asfalto pasar bajo mis entrañas, recuerdo que ella me está abrazando, y la siento. Su alma me está abrazando y absuelto en el pulso de su pecho, descubro que soy feliz.
