Bruma de peces color nácar
en las astillas de mi pecho turbio
cristales en la noche silente
dentro de este funeral tenue
que es mi vida...
y en el ataúd de mis angustias viejas
sigue agonizando ensangrentada la penumbra.
Tormentas de una noche de verano
tartamudeando el trueno en la palabra
morfina que apacigua la agonía
de mis huesos, que muriendo
despellejan esta piel hecha cenizas
brote que sin riego resquebraja
el lóbulo reseco de mis años
y ésta alergia siniestra y forma humana
de mi sombra arrumbada y milenaria.
Culebras que esnifan sueños
en el bostezo intermitente de mis labios
engaño de sirenas que se ciegan
en las olas más oscuras de mi canto
y como una bestia inmóvil escamada
me desdeño en ésta ciénaga de espanto.