La pólvora,
la pólvora estará envuelta en una Crónica amarilla y vieja
que simulará apenas un paquete de clavos o conservas.
Con mis dos compañeros hablamos del estallido sabiamente,
habrá que discutir, punto por punto, donde poner la bomba:
Si en un baño, si en un balcón,
cuando la madrugada amontona brujas y borrachos,
o en un zaguán con triste olor a orines y a pintura.
De todos modos lo principal, la bomba, estará lista.
La pólvora prensada en la pieza del fondo, unos bulones más
y la sal gruesa fría y amarga como una vieja puta.
Cuando estalle, leeremos en los diarios de vidrios rotos
y paredes y hierros lastimados.
Ninguno cantará, pero se que caeremos, porque sí,
porque es muy macho contarle a alguna negra para darse importancia,
que aquella bomba de que hablaron los diarios
la pusimos nosotros. (*)