Me hablas y desde hace un tiempo recuperas las sensaciones de un tiempo de terciopelo. Te escucho y desde la levedad que los recuerdos provocan, creo sentir el tacto de tu mano. Hoy, admirando el blanco jarrón decorado con silencios, los pétalos de tus rosas inmortales se mecen en el aire: tacto vegetal, materia tierra, silencio sobre la alfombra.
Nos supimos entre nubes altas, cirros acumulados en la vorágine del vértigo y hasta donde soy capaz de recordar, una expresión llamando a las estrellas por su nombre.
Aquí, cuando un suave latido de perla en gota de agua mece el silencio,
el tacto de tu mano es la luz, la nutritiva miga de un pan abierto al silencio de mil noches.
Precioso, como tu solo sabes hacer.
Un saludo.
Pol.