Palabras acumuladas, detenidas en sus propios significados.
Los amados días del texto frágil y la gravedad del verbo.
En el poema somos sombras invisibles,
imposibles realidades que otros creen ver.
Somos, si, y afirmamos pertenecer a quienes siembran
de letras las vacías playas donde pleamares abruptas
hacen sucumbir una sola esperanza: en el poema.
No vengo, desde el tiempo que nadie mide, a decir nada.
Aquí me quedo, del lado de quienes continúan
edificando el templo del amor más amado.
Abrumado por mi misma presencia, el frío de la tarde
delata mi debilidad; es esa hora donde en el poema
caemos en el silencio.
No alcanzo a decir nada que tú no sepas.
¡ Irónico el juego de acudir para verte y
ver que acudías ! Días en los que dije que venedría,
como cualquier otro renacer para ser hoja,
u árbol o simple flor entre tus lentas pisadas
en el polvo.
Ciertamente, un poeta no alcanza a decir en su poema nada que el lector no sepa, y sin embargo, cada vez que te leo a ti, me sorprenden las palabras conocidas con un eco nuevo que me acaricia con la belleza de una sublime resurrección.
Un abrazo inmenso, admirado Greko.