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Nuestra Canción, Barabam, Bam Bam

Hay días que valdría más no salir de la cama. Aunque por la mañana siguiente te levantes en un extraño lugar, y como decía un amigo, si se hizo con ganas (aún equivocadas) no valen los arrepentimientos.
Al levantarme, me di cuenta de lo fea que era la muy jodida. No tengo nada en contra de las feas ni de las jodidas. ¡Pero por la santísima trinidad! Que hacía yo, allí, desnudo en esa cama extraña. Con ese monstruo de anchas carnes, monstruo por monstruo, no por nada más, durmiendo como Dios la trajo al mundo a mi lado, o yo al suyo. ¡Cuánto había bebido anoche!

La última vez que hice el amor, si ayer había hecho algo parecido, fue un año antes, con mi mujer, antes que pasara todo. Antes, que la maldita enfermedad se la llevara, como el despertar se lleva los sueños. Como podía haberme acostado con esta señora tan poco de mi estilo, después de un año de misoginia. ¿Quizás por eso?... Aunque no creo; más miedo me dan los monstruos.
Tumbado en su cama, intentaba pensar, como decirle que no quería volver a verla, que no quería nada más con ella, y que echaba en falta algo menos. No haberla conocido. Ella, mientras tanto seguía allí dormida, roncando con una fuerza desmesurada, igual que un oso hibernado, no sé, si con mucho menos pelo. Empezó a gruñir y me asustó. Se estaba levantando y yo, aún no tenía un plan.
Antes de hundirme en esa cama, intenté ser un naufragó en el lavabo, así pues, escape con el bote salvavidas al reservado. Me senté en el retrete y diagnostique el problema. Ella a mí, aparte de no gustarme, me daba repelús. No la conocía de nada, ni ganas tenía de conocerla. Era un desliz de una noche, donde había patinado por borracho, por qué negarlo. Tenía que decirle la verdad, ¡como un hombre! ¿Cómo un hombre? Y marcharme con la cabeza alta. Me fui al espejo para llenarme de valor mientras ensayaba los gestos. Y allí, por sorpresa, descubrí el perfume que siempre utilizaba mi mujer.

Destapé el frasco me lo eché en la muñeca, saboreé su fragancia como si ella estuviera allí, mirándome y riéndose, comprendiéndolo todo. Me vestí, en el más absoluto silencio y con una sonrisa, volví a casa, sin dar explicaciones.
Y todo el camino, me lo pasé llorando, escuchando nuestra canción. Sin decir nada:
Hay días que valdría más, no salir de la cama, barabam bam bam, baram bam bam, barabam bam bam
Niebla22 de febrero de 2018

4 Recomendaciones

5 Comentarios

  • Voltereta

    A veces los recuerdos nos sobrepasan y nos hacen reos de su memoria. Buen relato y bien llevado.

    Un saludo.

    22/02/18 10:02

  • Niebla

    Gracias por comentar

    23/02/18 06:02

  • Remi

    Me gusta mucho tu originalidad a la hora de escribir, y la forma en que entrelazas las frases.
    Un abrazo.

    25/02/18 12:02

  • Lasombra

    "Y en solo un minuto vi mi vida cambiar..."
    Me ha gustado mucho!

    26/02/18 11:02

  • Niebla

    Gracias por los comentarios tan amables.

    26/02/18 12:02

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