Me Dijo que No Se la Soltara.
Llovía. Al salir mi mano cogió la suya, y la otra mano el paragüas negro. Andábamos sobre el asfalto mojado, hablándo de temas sin sentido, de tonterias, nuestras tonterias. La carretera olia a lluvia y como advirtió el hombre del tiempo, caía un buen chaparrón. Más de una vez resvalé por llevar aquellos zapatos con tacón de infarto. Pero, daba igual él agarraba mi mano tan fuerte que estaba hasta morada. Era imposible que me cayese. A diez minutos de nuestro destino un coche rojo nos mojó. ¡Maldito coche! Grité. Mi blusa preferida había quedado empapada. Él me dejó su chaqueta de pelo. Abrigaba bastante. De repente cuando íbamos por esa calle que nunca olvidaré al lado de una farola, él se desplomó cayendo al suelo. Apresuradamente le pregunté qué le pasaba. Él no podía contestar, tenia una mano en el corazón y la otra no me la había soltado. Le dije que iba a pedir ayuda. Me apretó más fuerte. No me dejó ir a ningún lado. Con un último suspiro me dijo que no le soltara jamás, que estos últimos momentos los queria pasar conmigo. No podían ser sus últimos momentos. Mis lágrimas se mezclaban con la lluvia, y el paragüas voló hasta chocar con un árbol cercano. En sus últimos esfuerzos me dió un beso, el beso más apasionado que me habia dado nunca. Luego cerró los ojos, susurrando que me queria. No pude quitar la vista de él, aunque escuchaba gritos, sirenas, e incluso mi nombre. No podia. No podia soltarle la mano, me dijo que no se la soltara jamás...
