Los árboles, las montañas, el espíritu.
Daña el alma cuando las calles encajonadas
la aprietan, la ungen de cercanías invisibles
no atribuye la misma el eco del de su ser
es más bien una marioneta de las circunstancias.
Allí, entre las montañas,
donde los arboles aclaman las libertades
y los ojos se ven libres de mentiras
es el espíritu el que se antoja libre.
No hacen falta subterfugios
solo un paseo con la verdad
con una amor que lo desvela todo
el espíritu mana, y uno nace de nuevo.
Aquí donde fui libre, vuelvo a serlo
los arboles hablan lenguajes que yo entiendo
y la mirada de los ojos, me dice que soy verdad
en este sitio, vuelvo a ser, vuelvo a estar, existo.
