Que laberinto exquisito es el mundo, que de infinitas combinaciones posibles, que de millones cuestiones adeneícas y cromoseícas perfectamente ensambladas, te han dado el milagro de una sonrisa perfecta apestando furiosos destellos que arrasan huracanadamente las batallas más sangrientas contra mis valientes sentimientos. Pues todo, todito y todo se ha confabulado para dejarme pensándote a cataratas en este torpe instante.
Bendito Dios, oportuna casualidad, afortunada causalidad que se dio en medio de los 6999 millones de razones que pudieron haber desviado tu atención...
Santa alma en la que reposo, que explota de luz en el sentimiento mismo que mueve a todo el universo...
Siento el magma en mi corazón buscando los huecos para renacer a un mundo chato y gris, hambriento de paz y esperanza. Siento la fuerza de mil turbinas encendiéndose en mi pecho resquebrajado, queriendo salir a buscarte en las desoladas calles. Siento el grito salvaje de gol recorriendo mis arterias, cuál si fueran los decibeles de todo un estadio testigo de mis fintas entre los ingleses, que la coloca suavemente junto al palo y corre a tu encuentro para dedicártelo con el tatuaje de un beso. Siento el sabor de la fruta prohibida rasgándome los pensamientos de ansiadas vidas paralelas... y culposos sonreímos al pecado del no abrazarnos. Siento la tenacidad de los pescadores de lunas, saltando entre las nubes... confundido como el verdadero idiota que prometió buscarte donde un día te perdió el rastro...
Las leyendas, las profecías, las piezas de este complejo rompecabezas e incluso mis pálidos sueños, juran que es amor... y debe serlo, pues aún tengo las milagrosas partículas empapando mi existencia, de aquel dulce big bang que me despertó al verte por primera vez...
