TusTextos

Charla

Nos encontramos en una de esas tardes en las que salí a perderme sin miedo a no regresar. No le pregunté su nombre, solo le sonreí. Y juntos caminamos en fotos y palabras que ya no volverían a abrazarse. Charlamos como esos ancianos que hace mucho no se ven, reímos como esos locos que inventan mundos a los que nadie se animaría a viajar, cantamos hasta gastar las cuerdas de tanto despertar sueños. Tardes donde huelo mis meriendas de pan y dulce de leche.
Las células no mueren con cada paso, solo se desprenden y vuelan a adherirse al aire y al viento, al suelo y a las paredes, a la hierba y al concreto, a ser parte de lo que siempre fuimos parte, regresando al lugar de donde nunca tendríamos que habernos ido. Morimos en cada calle que pisamos y vivimos en cada rincón que se nos recuerde.
Uno solo es dueño de lo que ha creado, y yo lo había perdido todo (las palabras plasmadas, las imágenes robadas a la naturaleza, los sonidos combinados, los momentos eternizados, todo). Tal vez fue una señal para empezar de cero y descubrir otros tintes (frase consuelo de un amigo). Lo creería si la tristeza no me hubiera pintado días donde las historias me fueron completamente esquivas, donde la salud se iba a pasear y me dejaba con un blanco pegado en el pecho llamando al deterioro. Pienso sobre donde andarán los márgenes del primer cuaderno donde garabateé tramas con finales felices y bocetos de dimensiones hermosas.
La sangre fea ya corría en mis venas y nada podía detenerla, ni siquiera la poesía.
Mi mundo gris siempre fue raro y difícil de habitar. Un gris que amé por la mezcla de opuestos irreconciliables y donde todo era posible, tan posible como verdadero. Quise adherir una galaxia azul que estaba a años luz de mis posibilidades finitas, pero los colores son esquivos cuando es el destino quien pinta. "Siempre fuiste más pesimista de lo que creí" dijo el caminante mientras le convidaba un mate. Intenté crear una sonrisa para salir de la incomodidad del instante, pero soy un pésimo actor y supo lo que intentaba esconder. Me contó sobre los pasatiempos de los ángeles.
Ya hemos explotado en algún momento, fuimos parte de una estrella que ya no brilla, que ya no nos guía pero que aún fluye en vos, en mí, como esa pequeña electricidad que nos atrae al beso. Hay momentos en los que me desconozco y desconozco a los que me rodean como si fuera la primera vez que los encuentro, que los contemplo, que los toco y los veo hermosos con una luminosidad perfecta en la que me conecto, abrazo, rezo, vivo. Pero esas cosas que no puedo explicar, no son reciprocas. Compartirlas llamarían inmediatamente al prejuicio y me desnudarían para atarme a un chaleco de fuerza. Desisto y me las trago.
"Volveré en unos días", dijo y me abracé a su paz.
Demasiado tiempo tengo para rebalsarme de pensamientos y reflexiones.
Esperé en el mismo lugar, un día, dos, al tercero pensé que se había olvidado. Mientras, tuve tiempo de abrazar personas y disfrutarlas una vez más. Improvisé una agenda que me llevó por huellas que hacía mucho no pisaba. Creo que volví a ser el niño bueno de la distancia.
Y en una de esas tardes de acuarelas y sinfonías, vino en la plenitud de mi soledad a llevarse mis miedos, mis locuras, mis silencios y aquello que aún quedaba de mí... solo fue cuestión de sonrisas para que mis alas crecieran de nuevo.
Nadie sabe de los últimos segundos, y de lo que se siente, pero se intuye que la calma puede ser la respuesta... y en lo que a mí respecta, no voy a quitarles la sorpresa.


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Ram08431 de agosto de 2014

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