El Salto
-¡Ya te lo dije! No te acerques, no me vas a convencer...
-¡Querés dejar esta estupidez. Esa mujer no vale la pena!
-Lo que pasa es que vos ya no tenes corazón. ¡No lo tenes!... por eso no podrías comprender lo que siento...
-¡No digas eso, lo que vas a hacer ni siquiera califica como locura y encima te quedan pocos minutos para escapar... y sabes que después de eso, ya no hay vuelta atrás!...
-Ya lo decidí... hace días que lo decidí, solo me faltaba valor. ¡Valor!, así que no me vengas con tus sermones ni me hagas sentir como un idiota.
-Está bien, está bien... pero aunque no lo quieras igual vas a pasar a la historia como un idiota más en la larga lista de idiotas que jugaron a ser Romeo...
-¡Escuchate entonces! Escuchate, si hasta al hablar tenés menos romanticismo que una batería rellena de cerveza.
-No digas eso... no digas eso, te sorprenderá saber que antes yo era un romántico empedernido como vos.
-Ajam si, que casualidad que me lo digas justo ahora...
-¡Si, en serio!... pero fue hace mucho tiempo...
-¿No me está mintiendo cumpita?
-No mi amigo, te juro que antes era tan idiota como vos... tenía la misma sonrisa que te vi ayer, andaba soñando acuarelas y mundos mágicos, hasta escuchaba esas cancioncitas melosas que luego pedía en la radio para que se las dediquen a ella, y solo a ella...
-¿En serio cumpita?
-Si mi amigo... hasta le voy a contar una confidencia...
-Diga nomás...
-Yo... alguna vez... yo escribía poemas...
-No... usted no... no me diga.
-Si mi amigo... y no sabe que lindos poemas escribía yo, con lápiz y papel en mano escribía poemas a esos amores lejanos, amores cercanos, a los dolores, a las baldosas jamás pisadas, a las flores que se cortaban en lo de Doña Rosa, a los vuelos de los pájaros perdidos...
-¿En serio cumpita?
-Claro mi amigo, porque hubo un momento en el que todo merecía un poema, un momento en el que todo tenía color...
-No me diga, pero entonces ¿Si dice que hizo todo eso, porqué cambio tanto?
-¿Cambiar?... Disculpe si me burlé compadre, yo no quise hacerlo, pero la vida me hizo así...
-¿Así cómo?
-Duro, duro como una piedra, intolerante a los volados, daltónico para el afecto, falto de sensibilidad...
-Le agradezco lo que intenta, pero vos lo dijiste, una vez parados aquí ya no hay retorno, son las reglas de este lug...
-No es la única regla mi amigo, también hay otra que muy pocos conocen...
-¿Cómo que otra regla?
-Así es, solo escuché atentamente... En la calle de los Almendros, casí llegando a la esquina de Macondo, en una casita pintada de azul, vive una mujer hermosa, pero muy hermosa llamada Teresa. Digale que si aún conserva el payasito de porcelana que una vez le regalé, que lo rompa, que ahí dentro va a encontrar un poema, y... que disculpe la demora...
-¿Co... Cómo que le diga?, si sabe que yo no puedo salir de aq... ¡Noooooooooooo!
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-¿Oiga está bien?
-Si si, pero mi amigo salt... saltó y yo no pud... yo no pu... quise pero no pu... ¡No lo vi venir, simplemente saltó!
-Si lo vi, lo vi justo cuando venía corriendo... lo vi...
-Y yo... no pude hacer nada, no pude evit...
-No sé lastime señor, lo vi, vi que saltó y que usted no pudo hacer nada... mejor salga de ahí antes que vengan los demonicías...
-No puedo, las reglas dicen que una vez parado aquí y pasado el tiempo de arrepentimiento, uno no...
-Pero él ya tomó su lugar, la regla queda nula.
-¿Qué?
-Tomó su lugar, ahora tiene una segunda oportunidad... así que hágase una buena vida.
-¿Nula?, pe... pero eso no puede ser
-No hay mucho que pensar, ni entender, estuvo a punto de saltar... y alguien lo hizo por usted... tomelo como un regalo...
-¿Pero porqué nadie sabe de esta regla?
-Solo los que hemos sido salvados, lo sabemos...
-Oh...
-¿Necesita que lo lleve hasta el hospital?
-No, estoy bien... pero si puede acercarme hasta la calle de los Almendros se lo agradecería...
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