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La Revolución Del Arco Iris

En la era de los blancos todo fue desastre. Esclavizaban a los negros y les trazaban sus destinos, peleaban con los amarillos y los rojos e inventaban excusas para invadir a los marrones en todas sus tonalidades. Eso si, jamás se metían con los celestes y menos que menos con los azules, no por respeto como decían, sino por miedo, el mismo miedo que pretendían causar en los demás. Pero un día se metieron con el color equivocado, el púrpura y ese fue su fin. El mundo estalló y los cuerpos se volvieron una mezcla hermosa de empuje y fuerza, cual bola de nieve que nadie pudo detener.
Lo que sucedió y como se dio la batalla es demasiado cruenta para describirse con palabras.
Lo que si deben saber es que los blancos fueron abatidos y debieron abandonar para siempre el trono que se dieron a si mismos. La mayoría blanca corrieron a los Montes del Prisma a pintarse eternamente de otro color. Algunos pocos trataron de resistirse y mezclarse, siendo pequeños huecos entre los demás. Pero no tardaron mucho en ser señalados y perseguidos debiendo esconderse en los margenes y en esas delgadas lineas putrefactas que dejan las sombras.
Se avecinaban vientos de cambio, donde ya no se hablaría de primarios, ni secundarios, solo colores libres de combinarse como quieran. Se creyó que el mundo florecería en tintes jamás vistos. Y en ese renacer tomaron la delantera los Jlucses y los Evluf. Difícil de describirlos, pero resultaban tan brillantes y deslumbrantes, que era imposible que pasaran desapercibidos en toda esa acuarela universal.
Un nuevo orden se estableció.
Y sin que nadie lo sospechara en aquel momento, ambos, asociados, confabulados, tomaron tímidamente las riendas de aquel descontrol e inmediatamente ese acto fue festejado por la multitud (ahora calmada) viéndolos como a esos lideres capaces de darle luz al resto. No tardaron en llamarle "la revolución del arco iris".
Nunca más errado.
Para empezar, los Jlucses prohibieron el acceso a los montes del prisma, eso significaba que ya nadie podría elegir un nuevo color. Esto generó cierto desconcierto y asombro, a lo que publicidades confusas y convincentes resignificaron el aire en un: "aceptarse como uno es". Los Evluf, en cambio, prefirieron no andar con rodeos e incitaron a todos, a dividirse por sus semejanzas y tonos más cercanos, por lo que ya nadie podría inmiscuirse en grupos que no estuvieran en su alcance. Los Jlucses predicaban que el verdadero color era brillar como una estrella, tan fuerte que cegara a los demás y es con esta premisa que el día 5 de la estepa cromática, sacaron de su ser el trazo del génesis que encegueció a todos, literalmente. Mientras, los Evluf buscaban una sola cosa: la perfección de las esencias, extraer la raíz prima de todo color y lograr así la tan ansiada alquimia del final de los tiempos. Y lo lograron (adelantándose a sus colegas) el día 4 de la estepa cromática, donde la magia se desparramó por todos los rincones. Lo que no sabían, es que los Jlucses, tenían intenciones ocultas, arrastrándolos (al día siguiente) a ser una victima más del montón.
El mundo se volvió una estrella, tan brillante como insoportable. Los Jlucses volaban de un lado a otro teniendo todo el paño a su disposición, viendo desde los cielos como los colores se chocaban unos con otros en un caos tan indescriptible como hermoso. Pinceladas que dejaban paisajes infinitos detrás de sus torpezas, para luego caer exhaustos, presos de un sueño obligado que los congeló cual hechizo de Medusa. El silencio reinó aquella era.
Para el día 7 de la estepa cromática, los Jlucses abandonaron el lienzo.

Aquella mañana de lluvia repentina, el pintor Aniz Morj, aquejado por la falta de inspiración, se detuvo absorto ante el cuadro que nunca pintó pero que ahí estaba. Lo tomó con sus manos, observó una y otra vez, cada detalle, cada milímetro para luego exclamar "Jlucse Evluf", que en la lengua de sus abuelos significaba "Mundo maravilloso", pues sus sueños redundantes habían encontrado formas y colores perfectamente ensamblados como jamás podría haberlo hecho si lo intentara, y que allí estaba, allí en ese rectángulo que había abandonado en el desorden de su taller, allí, allí se había plasmado de manera mágica y milagrosa.
No lo podía explicar, solo llorar.
Hipnotizado quedó y rápidamente se convirtió en obsesión, una obsesión que lo perdió en el insomnio, el hambre, sed y locura. Pronto olvidó su nombre, pronto olvidó su existir. Y así lo encontraron, sonriente, nauseabundo, abrazado a la pintura que lo haría famoso muchos años después.

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Ram08407 de junio de 2020

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