En mi espalda tengo escrito el nombre de la mujer que se llevó gran parte de mi vida, si puedes buscarlo por mí, arráncalo con los dientes o si tienes un puñal, mejor, así el espectáculo no se vuelve tan caníbal.
Su segunda esposa buscó en lo que le parecía encerraba el contorno de su espalda, y hasta consultó en un Diccionario Universal para confirmar que sus conceptos estaban acertados, pero ni aún así pudo dar con el bendito tatuaje. El hombre la miró un momento, suspiró observándose las manos, y luego cedió a la respuesta de haberse equivocado de cuerpo.