El destino es una moneda de mil caras, un anciano caprichoso amargado por decidir todas las historias pero no tener la suya propia, un dado trucado al arbitrio de quien no tiene derecho a juzgarnos.
Hoy he decicido empezar una nueva vida, debería tener muchos proyectos, ilusiones, sueños y amaneceres preciosos pero eso solo sucede en las películas que tanto refugio me dan cuando me pierdo en la tristeza, al menos para mí.
Voy a comenzar dando un paso pequeño, un firme propósito que no pueda romper ni el destino, ni la mala suerte, ni tan siquiera quien ofrece buenas palabras o amor y luego si te he visto, no me acuerdo, por ejemplo, este texto.
No voy a enumerar como quiero que sea mi nueva vida, pienso que a lo largo de nuestros años, todos empezamos infinitas veces las nuestras, nos caemos y levantamos pero yo no diré como quiero que sea.
Mejor diré como quiero que no sea, no quiero cometer errores pasados, no deseo amores falsos que me llenen de esperanzas para luego dejarme llorando lamentándo que nadie aprecie un buen corazón que yace muerto y rota el alma, no pretendo grandes metas, solo sonrisas fugaces que repongan lo que tan injustamente fue destrozado.
Alejaré personas que no me escuchen aunque prácticamente me quede solo ya que estar para todos y descubrir que a nadie le importa lo que puedas llegar a sufrir es un riesgo que no necesito correr.
No quiero sonrisas fingidas sino sentidas muy adentro y reconforten mi espíritu no deseo mirarme al espejo y sentirme derrotado y sin esperanza sino pensar que puedo lograr encontrarme a mi mísmo tanto por dentro como por fuera y los demás me la traigan al fresco, no pretendo tener algo perfecto, solo algo mio y verdadero.
Hoy comienzo una nueva vida.
Me alegro por ti, querido. Hazme un sitio pequeño en tu nueva vida, aunque nada más que sea para recordarte como ordenar los armarios