La vida es curiosa, con su lado afable y con su filo cruel, depende de que lado te toque dirás una cosa u otra, para mí estoy más bien en el medio de la espada, aunque más tirando al lado oscuro que al de la luz, a pesar de todos mis intentos por cambiarlo.
Supongo que todo es cuestión del punto de vista, de lo que valore cada persona y sea importante para ella, para mí que siempre tuve prioridad por el amor, la amistad y la salud, de momento solo puedo presumir de lo segundo, porque lo demás se convierte en una lenta tortura.
No es invierno para mí porque fuera llueva, nieve o haga viento, es tiempo de la blanca estación porque así siento el corazón, cubierto por un gran manto de nieve helado, lejano a todo y a todos, despreocupado de él mismo y sin un rayo de sol que indique que pasará pronto.
La esperanza se encuentra perdida y solo a veces creo verla despertar al encontrar a alguien que parece ser esa mujer especial que por tanto he esperado y sigo haciéndolo, pero tan solo resultan ser espejismos que nublan mi mente, turban pensamientos sumergiéndome de nuevo en el manto helado.
Son historias de invierno, y lo más irónico es que solo hace falta esa chispa para encender un volcán y derretir todo hielo y desesperanza, pero no llega, las caricias yacen olvidadas, el sabor de los labios desconocidos y el deseo prohibido, es una historia más que se escribirá en la eternidad pero jamás será leída.
La pasión es un mero eco de glorias pasadas y la ilusión una leyenda que suena más a cuento para niños que algo que en todo momento puede ser real, historias de invierno que no entienden de cambios climáticos, solo de sentimientos y tristeza amarga, de alcohol que no ahoga penas, de sueños que se tornaron pesadillas.