Me encanta despertar una mañana de un domingo en un sitio diferente, desayunar lentamente saboreando manjares insólitos en mi rutina, dejar que despacio fluyan pensamientos vanos que se van con el viento que ahora mismo mueve las hojas del arbol que está frente a mi tras ese cristal, lo adoro.
Me inunda de paz ver un paisaje extraño a mis ojos, sentado en silencio, una tranquilidad que va llegando como una ola de mar en calma a los rincones de mi alma cansada, dando un merecido descanso al corazón que la sostiene.
Sé que en unas horas volveré al campo de batalla, que esa paz será un mero recuerdo, pero vivir esos momentos aunque sean efímeros, aunque sean capítulos sueltos del libro del destino, hacen que haya para mí un brillo de esperanza, una señal de que hay algo más, que la vida es algo más. Y me encanta.
me acabas de hacer recordar una cosa muy maravillosa y son mis vacaciones en mi pueblo de salamanca, rodeado de bolque animales.... de una paz
que ganicas de que llegue las de navidad para recordarlas.....