Tormentosos silencios emergían, detrás de una nube cuya sombra
se proyectaba hasta el ahora desde el entonces.
Eran silencios naturales, que con condescendencia se dieron, siendo
suficiente mis sacrificios, para obtenerlos.
Con una línea de contundentes hechos, directos del corazón, sin conseciones
ni burguesías, aborrecía estar mendigando amor.
Surcaban la noche de mi vida, miles de estrellas que en algún momento
del pasado, también fueron visibles para mí.
Pestilente prisión llena de rezos por el miedo a la soledad, a esa soledad
que se siente cuando estás en tí, cuando no hay nadie que te comprenda.
Una amarga realidad que a ráfagas te hace hacer poemas, o simplemente
dolores escritos en el blanco lienzo que mi pluma dibuja.
Como de diminutos dedos se tratase te señalan en un rincón escondido
de la memoria, escribiendo empapada de una extraña paz, enmedio de un
temporal anunciado desde la eternidad.
Esparcida en la niebla de la abnegada existencia, como en un útero me
encuentro acurrucada, mecida, aliviada, por ese clamor que sacia mi sed
y con anhelo ciego, cierro mis ojos,,, desde mi cielo.