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Circo.

No sólo aviones, sino también humo convertían aquel cielo de papel en un macabro tablero de ajedrez. Silencio ensordecedor guardaba el decoro por la extinción de la risa, a pesar de esto, solo las calles vestían de luto. Olor a jazmines quemados durante su florecimiento, sin llegar a ser.

La carrera de un funambulista con miedo a las alturas pedía de un fino cable, situado en entre las azoteas, o lo que quedaba de ellas, de los edificios más altos de la ciudad.

El oxígeno era demasiado puro para los pulmones y las piernas se sentían como bailarinas al compás de la serenata del viento. Sintió como caía, de nuevo. Lo había repetido mil veces. El precio del billete al descenso era el castigo.

Ópalo negro, habitación coloreada por la refracción de la luz. Latidos inconclusos, anhelantes, que rogaban, y un roce de yemas que produjo un terremoto. El titanio cubría la única máscara que envuelve al hombre, la piel.

Ambos amantes, conectados a un extremo del ser. Respirar era morir, respirar era matar. Las lágrimas brotaban entre los presentes, y tras el de los amantes, llegó el obito del silencio, suaves aplausos concluyeron la performance.

El jefe de pista negó con la cabeza inconforme. Cada vez menos rostros se deformaban al ver la agonía de ambos corazones reflejada en sus ojos.

La gente ya conocía demasiado sobre "el amor" y la enfermedad se había vuelto algo bastante popular, a nadie le sorprendía ya ver a uno de esos locos siendo encerrados tras haber ido a por flores, o peor, escribiendo cartas para aquellos a quienes entregaban sus corazones.

Por suerte, las terapias de erradicación habían mejorado, y poco a poco todos esos sentimientos banales eran suprimidos. A cualquier individuo encontrado realizando alguna actividad sospechosa se le realizaría un minucioso examen, y de ser localizado algún sentimiento peligroso rápidamente sería apartado de la sociedad para evitar que la enfermedad se contagiase.

Cuando la carpa se vacío, el telón rojo de terciopelo bloqueó la entrada de la luz, y sólo cuando estuvo realmente sólo, el jefe de pista besó su flor.

-¿Tú nunca te marchitarás cierto? Se que tú nunca nos delatarías.

Reid03 de julio de 2018

5 Recomendaciones

4 Comentarios

  • Paulitinamente

    Qué original y bonito !!!

    03/07/18 03:07

  • Diegozami

    Escribes muy bien. Me gusto.

    Saludos.

    04/07/18 09:07

  • Remi

    Me encanta tu texto Reid, sentimientos prohibidos en un futuro tecnológico mecanizado dejando de lado la belleza de una simple y maravillosa flor.
    Besos.

    31/07/18 08:07

  • Mayoazul

    Un texto antológico, creo que añadir más sería estropearlo.

    24/09/18 10:09

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