TusTextos

Relatos de Agonía

Y tu cuerpo cae bajo aquel manto eclesiástico, empapado por la brisa del extinto mar, llorado por las lágrimas que perecerán y no volverán, y atormentadas caen sobre ti, rogando el último suspiro para vivir.
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-Mirándote desde aquel oscuro callejón, con la música tenue a la par de mi corazón, formando mis latidos la melodía de tus gritos, la agonía de los eternos lamentos, creando el rojo ambiente tenso que por un instante poseyó a los dos, y el sordo sonido de tus lágrimas, la insaciable necesidad mía, de sentir tu sangre esparcir sobre mi.

+Mirando desde aquel otro callejón, de entre las puertas de locura y de paz, atormentado por lo que lejos de mi podía aún presenciar, y su mirada clavándose en mi, sobre mi cuerpo sucio y maltratado, consumido por el hambre de mi ser, sobrepuesto y ofrecido al dolor… Esos ojos hirientes, comiéndome, no daban escapatoria a algún lugar… “¿Hasta donde iba a llegar? ¿Cuánto más podría matar?” fue lo último que alcance a susurrar en aquel frívolo (superficial) y confuso momento, hasta que un camión colorido y desgastado frenó frente a mi, y gente hipócrita, disfrazada, cubierta con aquellos trajes de payaso, y sus sonrisas rojas y malévolas, arrastrándome hacia ellos, y como río que se lleva la ultima hoja otoñal, mi cuerpo fue arrastrado a los confines coloridos del mundo, y el resto de mi ser, dejado llevar por la multitud fantasmal.
Recuerdo aquellas mirada ensangrentada, y aquellos rojos ojos ,y las grandes sonrisas, con gran ansiedad, apuntándome con armas y cuchillos, amenazándome quizás porque, y luego botado, desechado como cual cuerpo inservible es para sí, a la carretera de eternos delirios y oasis imaginarios, rodeado por cual pensamiento fugaz cruzase mi mente inconclusa, y su mirada, y su mirada, aún devorándome.

-Volcado entre delirios me dejo arrastrar, ser llevado por entre la multitud fantasmal, como un alma más, y sin ser percibido arrastro a alguien más a los terrenos prohibidos, los callejones de Nimtsegham (después de los limites de la mente sana), donde devoré su alma sin piedad, sin repulsión alguna, más que de aquella falsa piedad que más que nada era el juego para hacerle gritar.
Mientras sus lágrimas rogaban salvación, mi silenciosa sonrisa, anhelando la excitación, ¡cuanto intente apresurar sus lamentos!, pero no habló. Su silencio fue perpetuo, y se escabullo, aquel cuchillo entre mis dedos, como cual arma homicida, lo mató, y mi mente perdida entre el desierto negro, me abandonó.

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“Y todo se vuelve oscuro para ver aclarar, en un amanecer próximo que no existirá, más allá de tu mente ajena, más allá de un efímero lugar, y todo se vuelve oscuro, acaba de comenzar, para seguir oscureciendo y ver aclarar”
Saiuru09 de mayo de 2009

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