Adela corrió el colectivo y no lo alcanzó, lamentaba llegar tarde esa mañana porque Esteban iba a llamarla a las ocho a la oficina.
Ella, no tuvo más remedio que mirar las vías vacías del tren y esperar que marchara uno hacia Retiro. Durante quince minutos estuvo sentada en un banco roto y así pudo contemplar el rostro del paso del tiempo.
Aquella estación vieja, descolorida era la misma que ella recorría cuando con su familia solía visitar a sus tíos. Hoy los viejos están en otra ciudad y sus padres ya no viajan en tren.
Nada era como lo recordaba, sobre todo la adrenalina al cruzar las vías hacia el otro andén, el entusiasmo de subir al tren y sentir el ruido tan fuerte de la máquina...
De repente un pequeño se arrimó a las vías y ella le gritó:
-¡No te acerques tanto que te vas a caer!
Allí descubrió a su madre que siempre la agarraba de la mano para que no se fuera de su vista.
La nostalgia de un tiempo con risas y momentos en familia, la niñez y la inocencia la trajeron de vuelta a Matheu en el 2009 a la responsabilidad del trabajo, a los preparativos por el cumpleaños de su padre y a la visita de su abuela...
Entonces Adela miró el reloj y comprendió que la voz de su hermano menor, resonaba en su mente y que su madre aún seguía allí para que ella no corriera peligro.
Subió al tren, sacó su celular y llamó a su jefe. Él también había perdido su colectivo y estaba cerca de la estación para subir al próximo tren.
La joven pensó que quizás al Sr. Fernando también le volvieran los recuerdos de la infancia en aquella vieja y solitaria estación.