Creí que ya había desterrado este sentimiento de mi vida, que estaba inmunizada. ¡Qué equivocada estaba! Y lo peor, para cuando he identificado a mi enemigo, este ya estaba en mis entrañas, y ya había conquistado mi interior, pudiéndolo y destruyendo lo que me había constado construir una vida: ni auto-confianza.
He de decir, que siempre me ha sorprendido que mis amigos me caractericen como: una buena amiga con la que se puede contar. Sin embargo, hoy estas palabras me parecen una mentira. Pues sé que he dejado de lado a una de las personas que más me importan. Pero tampoco sé cómo ayudarla con sus problemas. ¿Le digo lo que pienso o lo que quiere oír? Ahora mismo ninguna de las opciones es buena.
No sé cómo pedirle perdón, sin parecer dolida, pues la víctima en esto es ella, y no yo. En este momento es cuando más necesito que mi corazón y mi mente colaboren para encontrar una solución, y sin embargo, tan solo escucho una voz que se repite una y otra y otra vez: No puedo perderla.