Querida Yanire:
Seré directo. No quiero andarme con rodeos, y mucho menos contigo. Sé que sigues recordándome, pero tienes que dejar de hacerlo. Puedes odiarme si quieres, te he dado motivos para ello, pero no me ames nunca más. No es una petición, es una orden.
Sé que te debo una explicación y solo por eso te la voy a dar. Para que entiendas por qué me fui, y por qué nunca podré volver. No te culpes de nada, la ignorancia nos cazó por sorpresa.
Como sabes, fue una casualidad que nos conociéramos, y casi un milagro que nos enamorásemos. Tú apenas tenías 21, yo tenía 39. Te sacaba 18 años, la edad perfecta para cometer locuras. La primera vez que te vi caí rendido ante tu mirada, sabía que ya la había visto antes.
Los meses pasaron riéndonos del mundo, desoyendo consejos y burlándonos de la lógica. Solo estábamos tú y yo, el resto no importaba. Hasta que descubrí algo que lo cambió todo. Tuve que irme.
Sí, yo también lloré. Lloré de asco y desprecio hacia mí mismo, lloré de rabia y lloré de tristeza. Y todavía hoy lloro, pero es mejor que olvidemos todo lo que pasó entre nosotros.
Adiós para siempre de
tu exnovio y padre.
A Raúl le temblaban las manos cuando terminó de escribir aquella carta. La leyó y releyó y, después, la rompió. Cogió un sobre vacío y escribió algo dentro. Después roció su perfume en él y marchó hacia correos.
Yanire no daba crédito a lo que veía. El cartero le había traído una carta muy extraña: el sobre estaba vacío. Pero eso no era lo peor, pues olía a una fragancia que ella reconocía perfectamente. Dentro había una palabra escrita: "Olvídame".
