No fue una gran tormenta,
reconozco,
pero bastó para tirar
mi casa por los aires.
¡No eran firmes mis cimientos!
Voló sin alas
llevándose mis sueños,
mis proyectos,
mi pasado.
Pero hay algo que rescato en las tormentas:
Se la juegan,
no te dicen me arrepiento.
Si te tiran los establos
o te salvan la cosecha
se hacen cargo.
Uno en cambio
se confiesa con Dios y con el Diablo,
argumenta que no quiso,
que la culpa fue del otro,
que si lo hizo
fue obligado,
se declama inocente,
se disfraza de juez,
de verdugo,
de oprimido,
de lacayo,
se regala,
se redime,
se flagela y se aleja
con cinismo
a afinar sus truenos
y afilar sus rayos.