Déjame volar en tus brazos mientras sostienes mi mirada y mientras alzo el vuelo, permíteme tocar el cielo con mis dedos, que se posan en tu pelo y anidan en él para cobijarse del frío que inunda la habitación cuando me quedo sola, sin el calor de tu cuerpo dormido junto al mío.
Permite que navegue hoy por el océano inmenso de tu pecho, que me invita en el silencio de esta noche a ser un náufrago luchando contra las olas de tu respiración entrecortada, que se acelera cuando me pierdo por tus aguas, embravecidas por la tormenta que se desata cuando tu cuerpo y el mío se encuentran a la deriva.
Déjame perderme en el laberinto de tus besos, que me atrapan como hilos de seda y me envuelven y me rodean sin poder escapar de este cautiverio de sentimientos que me lanzan al vacío de tu boca que me espera entreabierta y me libera de la prisión de tu ausencia resbalando por mi cuerpo.
Déjame dormir junto al latido de tu corazón, que me recuerda rítmicamente que estás junto a mí, y que no haya jamás mejor momento ni mejor cobijo que tu cuerpo siempre al lado del mío.
