Siente el frío de una llamada.
Que avanza y detiene el pulso.
Empieza a sentir aunque no quieras.
Fuego... agitado y salvaje.
Pilares inestables.
Intenta hacer equilibrio sobre ellos sin terminar cayendo, inúltimente.
Él era el viento que me revolcaba entre el pasado y desgarraba mis recuerdos.
El que me recordaba que después de los malos momentos, seguía viva.
Cargaba con mis apuros y mis miedos, que tantos años arrastraba conmigo,
intentando en vano olvidarlos.
El me hacia aferrarme a ellos y dejarlos ir.
Yo era luz tenue y débil,y él...
rastrojo que arde cuando me descuido.
Sólo eran mentiras, y no sueños,
de esos que creas cuando empiezas a creer en algo.
Que arrastraba a juicio nuestras almas sin misericordia.
Olvidamos que tu tumba es dónde está tu corazón.
Que el corazón se vuelve frío y de piedra.
Tan vulnerable... tan pálido,
tan fuerte, tan agitado...
Y era ahí donde nace el mal de una floración.
Tan cerca del amor, tan cerca del odio.