En muchas ocasiones, cuando pienso que sí mis decisiones benefician más a otras personas que a mí mismo también lo hago, reflexionar, sobre si merece la pena.
Si merece la pena hacer favores sin nada a cambio.
Si merece la pena perder mi tiempo para que otros puedan estar más tranquilos.
Si merece la pena consolar incluso cuando te sientes solo.
Si merece la pena el esfuerzo y la dedicación en cosas banales.
Y así una lista que podría ser prácticamente interminable.
Pero, después de todo, actuando constantemente con le ética de "a mi me gustaría que en esta situación el otro actuase como lo hago yo" terminas dándote cuenta que no es una cuestión de "merecer la pena", sino de dormir tranquilo todas las noches sabiendo que, con equivocaciones inherentes, te esfuerzas cada día por responder con la mejor moral posible a todo lo que se te plantea.