El día cruza tan ajeno a mi.
Mis ideas deambulan como ciegos por la calle con el constante peligro de ser arrollados por tus abrumadoras palabras. Así de rápido, así de rápido es caer bajo tu influjo.
En algún momento mi vida se detiene y me dedico solamente a escuchar mi respiración, a tratar de encontrar esa falla en mi interior que no me deja avanzar cómodamente.
Puedo caer y mentir, levantarme y sonreír, puedo siquiera volar en un día tormentoso; la cuestión siempre a sido decidirme. Y aunque tenga que seguir ensuciándome los zapatos y en ocasiones tenga que arrastrarme sobre mis rodillas no te abandonare. Aunque me hagas mas mal que bien, no puedo abandonarte.
Al principio no hay ideas, hay deseos.
Tu eres mi mayor deseo, pero aun no me llegan las ideas para convertirlo en algo perfecto.
Lamento los inconvenientes a todos aquellos que residan dentro de mi, pero no la abandonare por un par de rodillas raspadas o un centenar de lágrimas.
