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¡lotería!



Caminaba de manera espontánea por las aceras de la ciudad, se permitía desentrañar la algarabía que provocaban todas las voces que le ceñían el paso, brindaba aún un seguro saludo y una sonrisa cuando no un gesto mayor como el hecho de quitarse la gorra cuando estrechaba la mano de alguien, cuando ese alguien se detenía por un segundo a regresarle la cortesía en medio del ruido y la contaminación ante el rostro duro y vigilante de los viejos y nuevos edificios que soportan dentro de sí a las almas de las viejas y nuevas gentes que los habitaban. Era un ritual al comenzar el día el llegar al pequeño puesto de revistas de aquel sexagenario, amigo suyo de toda una vida, y comprar un billete de lotería…, comenzó a comprar a diario desde que tenía catorce años, a esa edad ya ganaba su propio dinero haciendo las veces de cartero en lo que otrora fuera el antiguo barrio de “el cárcamo”, así conocido cariñosamente por los que allí vivían. El fervor era siempre el mismo, Anselmo se despertaba cada mañana a vivir su trabajo, sí, su trabajo era su vida como en muchos casos, a su edad y a sus costumbres, el hombre realizaba sus labores en un taller de alfarería con el ímpetu que muchos jóvenes envidiarían, pero siempre y antes de llegar a su trabajo debía, como una necesidad imperiosa cuestión de fe cuasi religiosa, el comprar aquel trozo de papel en el que colocaba todas sus esperanzas, y después era de con toda ilusión buscar en los listados de la lotería publicados en el periódico para finalmente afrontar con entereza el que nuevamente su número no estuviera ahí, pero así había sido siempre hasta que quizá debido al alineamiento de planetas y por la presencia de hados favorables, Anselmo no pudo dar crédito o anticipar su reacción después de todas aquellas décadas… Esa mañana no fue distinta en nada a cualquier otra…, se despertó como con un reloj interno a las 6 a.m. a pesar del extraño insomnio que le había aquejado durante las últimas semanas, con la casa ya inundada por el rico olor del café, los huevos y el pan tostado que su mujer le preparaba, se puso de pie y rápido se dirigió a darse una ducha, se vistió y luego se peinó curiosamente sin verse al espejo, se podría decir que por instinto, para finalmente sentarse a la mesa a tomar su desayuno. Terminó, se despidió de su mujer y tal y como siempre, con tiempo de sobra se dirigió al puesto de revistas donde le aguardaba su preciado billete, compró ambos, el billete y el periódico del día pero no reviso las listas sino hasta llegar a la alfarería no sin antes dar los buenos días a todos y cada uno de sus compañeros y jefes tal y como lo hacía cotidianamente. Dicen que el hombre es un animal de hábitos.

Antes de ponerse manos a la obra tuvo a bien tomarse cinco minutos para revisar las listas de resultados en el periódico pero se detuvo a leer primero la sección de deportes, en el fútbol su equipo había perdido otra vez, entonces después de algún comentario y una maldición al respecto misma que mencionó en voz baja sólo para sí mismo, llegó hasta la página donde los listados aguardaban; sostuvo su billete con la mano derecha y lo colocó encima del periódico que mantenía a buena altura con su mano izquierda y buscó… ¡Ahí estaba! Sí, era su número, revisó varias veces, su añejo corazón comenzaba a palpitar un tanto más rápido, confundido, abrumado por el revuelo de ideas que su cabeza comenzaba a generar, pero ahí estaba, era su número, el mismo que contenía su billete, aquel que con fidelidad había buscado en esas listas durante tantos y tantos años, a Anselmo se le humedecieron los ojos y ahora su pulso era el de una locomotora a todo vapor, lo había esperado por tanto tiempo sin éxito que quizás había terminado por creer que en la incesante búsqueda estaba la razón de todo, el premio no yacía precisamente en la meta, o al menos a esa conclusión había llegado.

La emoción ya no cabía dentro de él, se había convertido en una olla de presión; comenzó a sentir como todas sus venas se abarrotaban de sangre que fluía con prontitud cual afluencia de automóviles conducidos vehementemente en una autopista que comenzaba a no dar abasto, comenzó a sentir una gran incomodidad general y un calor insoportable que invadió todo su cuerpo lo que le provocó el sudar copiosamente como si estuviera en un sauna y de pronto Anselmo llevó su mano derecha al pecho aún sosteniendo el billete y un segundo después cayó fulminado al piso.

Cualquier atención fue tardía, un ataque al corazón llegó de forma súbita y la hoz de la muerte de un tajo hizo que Anselmo quedara completamente yermo.

Sus familiares, haciendo cuentas tiempo después del entierro de Anselmo, se dieron cuenta de que aquel hombre había gastado en billetes de lotería casi el doble del dinero que había ganado aquel último día de su vida, pues la suerte le había traído no el premio mayor sino el tercero.



Abyssos11 de septiembre de 2014

2 Recomendaciones

7 Comentarios

  • Alumine74

    Un relato lleno de mucha realidad, miles de personas de una u otra manera le aportan a su cotidiano la ilusión de ganarse la loteria. Imagino cuantas veces Anselmo habrá planeado en que gastar los millones que podría ganarse, imagino la sensación de cada vez al chequear sus números.
    Tal la emoción que el corazón se le paro de la misma emoción, un absurdo de la vida que llegue algo que deseo y ni siquiera poder disfrutarlo.
    Pero quizás esa ilusión semanal lo ayudo muchas veces a soñar y solo soñando habrá sido feliz muchas veces en la espera.

    Siempre un gusto leerte mi querido Abyss

    P/D: Espero ganarme la loteria :P :D y seguir viva :D

    12/09/14 12:09

  • Voltereta

    Siempre jugamos el mismo número en la lotería de la vida y la muerte, estamos abonados a él.

    Cada persona encuentra el escape a la monotonía de la vida, en una cosa distinta. La lotería es una válvula de escape, como puedan ser las quinielas o la primitiva.

    Hay gente que dedica su vida a escribir y nunca logra ni siquiera un quinto premio. Creo que el premio de la vida, se encuentra en ellla misma, si eres capaz de aceptarla, todo lo demás son añadidos, que no hacen otra cosa que hacernos sufrir por intentar alcanzar objetivos inalcanzables.

    No has perdido ni gota de tu poder, de cautivar al lector en tu intento de esclavizarlo a la lápida en la que se escribe el nombre a fuego, de lo que intentas darnos a entender.

    Echaba de menos tus escritos.

    Un saludo, Abyssos.

    21/09/14 06:09

  • Serge

    Que terrible pobre hombre; pero la vida es así nunca nos da lo que queremos. Cuanto más nos aferramos a algo, ella se encarga de negarnoslo.

    Un gusto enorme volverte a leer. Es una alegría saber de ti.

    Serge.

    20/02/15 04:02

  • Abyssos

    Alu, Voltereta, Serge... gracias a los tres. Saludos y que bueno es sigan por estos lares, un gusto.

    23/03/15 06:03

  • Taber

    Que bien Abyssos poder volver a leerte, la vida en sí es una lotería, una auténtica incertidumbre.

    Un abrazo!!

    14/04/15 11:04

  • Polaris

    Coincido con todos mi compañeros.

    Texto inmenso.


    Pol.

    15/04/15 12:04

  • Danae

    La vida está llena de paradojas y de felices e infelices coincidencias.
    Pero contarlo de manera convincente no es tan fácil.
    Tu texto tiene cllrividencia y arte, querido amigo.
    Un abrazo inmenso, esperando que no nos olvides.
    Un gran abrazo

    18/04/15 10:04

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