Creo que casi cada día podría escribir lo mismo, sin variaciones, sin cambios perceptivos, sin emoción.
Desde que mi cuerpo da el salto pesado y descomunal de la cama hasta tocar con los pies el suelo, la sucesión de acontecimientos que suceden la puesta en marcha es mayoritariamente la misma.
Nos acostumbramos a que la falta total del enigma abrace con fuerza nuestro día a día y por desgracia nuestra mente encuentra un amable confort en la comodidad de la presión que ejercen en nosotros estas absurdas tenazas. Pulimos nuestras cadenas, las mimamos, las alimentamos, pues irónicamente sin ellas sentimos que nos hundimos en un pozo fangoso que nos paraliza ante lo desconocido.
Es inevitable sentir el miedo hacia lo novedoso, la rutina, por detestable que sea, nos es común, es una amiga antigua, una mascota que ha crecido a nuestro lado, un parásito al que se le toma el cariño suficiente como para sentir verdadera lástima de arrancarlo de nuestra piel y echarlo al fuego como ofrenda al nuevo inicio que se nos podría presentar. Pero la vida está llena de tajos y rupturas, son las espinas que aunque nos dejen marcados hay que atravesar si alguna vez, aunque sea por un instante, sentimos la ambición de evolucionar.
Así que espero algún día poder escribir otra cosa, soltar el lazo, romper la jaula del pájaro,liberar al lobo, cagar sobre el esquema definido, ser valiente y sostener el mundo con las yemas sucias de mis ordinarios dedos.
