Aforo MÁximo
Estoy lleno de lamentos, de dolor, las lagrimas se deslizan con la frecuencia con la que lo hace el oxígeno sobre mis pulmones, aquí no caben más llantos. He sonreído, en serio, solía hacerlo en días soleados, pero hoy el cielo anuncia mi caída, o mejor dicho, la caída de lo que yo fui. Risueño y soñador, en cristales se rompió una ilusión amenazada por la ignorancia de lo que es querer y no hacerlo, de lo que es amor y lo que deja de serlo. Enjaulados viven mis latidos, por miedo a no encontrar respuesta en tus labios, que dejaron de ser míos entre el efímero paso de esta vida, que te da y te quita por igual, no se trata de justicia, consiste en dolor y la capacidad para soportarlo. Y tu olvido se antoja complejo, sigo siendo el mismo idiota confundido por el aroma de Cupido, porque me eligió un 21 de octubre como piloto de un sueño que lo fue, y hoy se convirtió en pesadilla. Es irónico esto del amor, se pasa de las nubes de algodón a las tormentas con la misma facilidad con la que se desprenden los te quiero por labios hambrientos de sentimiento. Lo he dado todo, quizá más
pero eso no garantiza el éxito, no. No quiero un triste final, no tiene por qué haber un final, simplemente hagamos un cambio de guion.
Quizás esto sea una lección o un castigo del destino, porque me he dado cuenta de que aún no he aprendido nada, es un golpe más, un llanto menos.
Y sé que puedo sufrir más, pero no quiero, he colgado el cartel de cerrado en mi corazón, aforo máximo al dolor, no cabe más.
Está oscuro, pero es una oscuridad conocida, y sé que podré vislumbrar la luz, y eso depende de mí.
Bienvenido de nuevo, viejo amigo, vuelvo a ser yo, o al menos a intentarlo.
