Dejarse caer por las zonas más afiladas y puntiagudas de uno, donde los escalofríos son costumbre y las dudas son certezas, certezas de que todo es trivial salvo respirar. La noche en duelo, taciturna,engullida por la luz eléctrica que la dota de humanidad, y por tanto de esa obsesión por medirlo todo: los kilómetros, la velocidad a la que uno muere; la hora enmarcada en carteles con insomnio. La banda sonora es un eco de idas y venidas, rugidos de los vicios que imploran ser saciados, locutores de radio cuya expectativa es ser oídos, quizás escuchados, por personajes furtivos, prófugos del día, búhos con ojeras, estrellas que amagan con ser fugaces y que mueren petrificadas en un vasto océano en el que naufragan todas las miradas que no hallaron razón para permanecer en tierra. Allí abajo, donde todo cree tener sentido y aparenta seguir un orden.

AdrieleganceSeguir Autor Recomendar Texto Agregar a Favoritos